Good morning, Spain, que es different
La
suerte está echada en Cataluña. Con la firma del decreto convocando la consulta
soberanista para próximo el 9 de noviembre, Artur Mas ha cruzado el Llobregat y
echado su cuarto a espadas sobre la mesa de juego. Todo un órdago.
Desde
hace tiempo lleva la iniciativa en la partida, que por iniciativa suya pinta en
oros, que espera recuperar -España nos
roba- de un contrincante tramposo, mientras
el Gobierno pretende cantarle las cuarenta y llevarse las diez de últimas con
un jugo de bastos bien surtido, con el que demostrar que Mas juega de farol. Ya
veremos.
En
todo caso, y por si no estuviéramos ahítos, lo que nos queda por delante es
para echarse a temblar, porque los sectores más radicales del nacionalismo han
de acentuar la movilización social para conseguir que la consulta se celebre
por las buenas o por las malas, aunque sea sólo un simulacro, sobrepasando a
Mas, por si este se echa atrás cuando le comuniquen que “la política debe doblar la rodilla ante el derecho”, como afirmaba
Kant en su opúsculo Sobre la paz
perpetua, es decir que la consulta no es legal. Los sectores más
intransigentes han de echar un pulso al gobierno de la Generalitat y al
Gobierno central, que esperemos haga salir a Rajoy del tancredismo que tanto le
agrada.
En
estos días que quedan hasta la consulta pueden romperse más cosas de las muchas
que ya están rotas entre Cataluña y el resto de España y también dentro de la
propia Cataluña. Salvando las distancias, convendría recordar aquella
recomendación que hacía Kant en el citado opúsculo, en el sentido de no hacer
cosas en la guerra que después hiciesen imposible la paz.
O sea, recomendar a todos los contendientes en esta
pugna, especialmente los que tengan más protagonismo, que no sólo piensen en el
día 9, sino en los que vendrán después.
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