viernes, 12 de septiembre de 2014

Pongamos que hablo de Madrid



Good morning, Spain, que es different
Pongamos que hablo de “Madrid”, es decir, del Gobierno, de La Moncloa, de FAES, de “Génova”, del Partido Popular, de Mariano Rajoy.
Del mismo modo que “Pujol es Cataluña”, “Madrid” es una afortunada metáfora que utiliza la derecha nacionalista catalana (no sólo ella) para aludir de forma despectiva a lo que le molesta, a lo que le impide llevar adelante su propuesta de secesión mediante una consulta.
“Madrid” representa el centralismo, el hermetismo autoritario, la cerrazón a discutir, el silencio displicente y dejar pasar el tiempo, el desprecio olímpico ante un proyecto de liberación. No a todo. Y si Artur Mas y sus seguidores persisten en sus planes, se encontrarán con la ley; no con la política como instrumento para resolver los conflictos de forma pacífica, sino con la ley desnuda. Esta es, en síntesis, la posición del Partido Popular, que molesta tanto a los dirigentes nacionalistas, como a una grandísima parte de los ciudadanos de Cataluña.
Pero Rajoy, que representa una España exclusiva y excluyente, no trata a los catalanes de modo muy distinto al resto de los españoles que no le son afines, y, claro está, de modo distinto a los madrileños, en particular si son disidentes, que del comportamiento autoritario del Partido Popular saben bastante, pues sufren tres niveles superpuestos de gobiernos suyos y disponen de experiencia sobre su estilo de gobernar: 24 años en el Ayuntamiento y 20 años en la Comunidad, habrán transcurrido cuando lleguen las elecciones de 2015.
Por ello es comprensible la rebeldía catalana, pero mal dirigida contra Madrid, contra otras víctimas de los mismos verdugos, y víctimas también de los apoyos de CiU al Partido Popular en el Congreso, que tampoco han faltado.
Desde Madrid, al menos los que estamos hartos de las administraciones que nos gobiernan, vemos en las concentraciones de ayer en Barcelona, no sólo el legítimo ejercicio de derechos civiles, sino instrumentos de la ciudadanía a favor de ser consultados, pues, nosotros también deseamos ser consultados sobre muchas cosas que directa e indirectamente afectan nuestras vidas y que el deteriorado sistema institucional vigente nos niega.
Dicho lo cual, me separa de la concentración de la Diada la forma poco leal en que el asunto está siendo planteado, porque ni los agravios aducidos son ciertos, ni el objetivo está claro, ni el procedimiento es democrático ni los dirigentes del proceso son fiables.  
No obstante, la concentración de Barcelona, como un pacífico ejercicio de la ciudadanía, merece ser atendida en “Madrid” con mejor predisposición. Pero el Gobierno de Rajoy sigue impertérrito, tratando de rebajar el número de asistentes al acto, como si con eso lograra rebajar la importancia del problema que tiene delante.

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