Good morning, Spain, que es different
Pongamos
que hablo de “Madrid”, es decir, del Gobierno, de La Moncloa, de FAES, de “Génova”,
del Partido Popular, de Mariano Rajoy.
Del
mismo modo que “Pujol es Cataluña”, “Madrid” es una afortunada metáfora que utiliza
la derecha nacionalista catalana (no sólo ella) para aludir de forma despectiva
a lo que le molesta, a lo que le impide llevar adelante su propuesta de
secesión mediante una consulta.
“Madrid”
representa el centralismo, el hermetismo autoritario, la cerrazón a discutir,
el silencio displicente y dejar pasar el tiempo, el desprecio olímpico ante un
proyecto de liberación. No a todo. Y si Artur Mas y sus seguidores persisten en
sus planes, se encontrarán con la ley; no con la política como instrumento para
resolver los conflictos de forma pacífica, sino con la ley desnuda. Esta es, en
síntesis, la posición del Partido Popular, que molesta tanto a los dirigentes
nacionalistas, como a una grandísima parte de los ciudadanos de Cataluña.
Pero
Rajoy, que representa una España exclusiva y excluyente, no trata a los
catalanes de modo muy distinto al resto de los españoles que no le son afines,
y, claro está, de modo distinto a los madrileños, en particular si son
disidentes, que del comportamiento autoritario del Partido Popular saben
bastante, pues sufren tres niveles superpuestos de gobiernos suyos y disponen
de experiencia sobre su estilo de gobernar: 24 años en el Ayuntamiento y 20
años en la Comunidad, habrán transcurrido cuando lleguen las elecciones de 2015.
Por
ello es comprensible la rebeldía catalana, pero mal dirigida contra Madrid, contra
otras víctimas de los mismos verdugos, y víctimas también de los apoyos de CiU
al Partido Popular en el Congreso, que tampoco han faltado.
Desde
Madrid, al menos los que estamos hartos de las administraciones que nos gobiernan,
vemos en las concentraciones de ayer en Barcelona, no sólo el legítimo
ejercicio de derechos civiles, sino instrumentos de la ciudadanía a favor de ser
consultados, pues, nosotros también deseamos ser consultados sobre muchas cosas
que directa e indirectamente afectan nuestras vidas y que el deteriorado
sistema institucional vigente nos niega.
Dicho
lo cual, me separa de la concentración de la Diada la forma poco leal en que el
asunto está siendo planteado, porque ni los agravios aducidos son ciertos, ni el
objetivo está claro, ni el procedimiento es democrático ni los dirigentes del proceso
son fiables.
No
obstante, la concentración de Barcelona, como un pacífico ejercicio de la
ciudadanía, merece ser atendida en “Madrid” con mejor predisposición. Pero el
Gobierno de Rajoy sigue impertérrito, tratando de rebajar el número de
asistentes al acto, como si con eso lograra rebajar la importancia del problema
que tiene delante.
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