Ayer, cuando buscaba una
fotografía para ilustrar el texto sobre franquismo y fascismo, me topé con un
artículo, del que extraigo un párrafo. Está referido a España, a la España de
Franco, pero con cierta inversión, se puede aplicar a otras situaciones. La
diferencia reside en cuándo se levantan las fronteras: si es antes o después de
establecer la particular mitología.
“Cuando una sociedad se
organiza en Estado establece sus fronteras, la piel que le separa de sus
vecinos, coloca sus carabineros y sus inquisidores para evitar que entren o que
salgan de matute mercancías, personas e ideas no deseadas, y se mira al ombligo
para reconocer los genes que le identifican, su historia, las batallas ganadas
y las retiradas honrosas, sus coros y danzas, el Dios que habita en sus
catedrales y al que blasfeman o rinden culto sus gentes, el submarino que
inventó uno de sus sabios, el fénix de sus letras, el torero, el Cid y el Santiago
matamoros de su particular mitología, todo lo que hace proclamar a los societarios
<nosotros somos diferentes>”.
Ignacio Fernández de Castro: “Franco y la cultura”, El Mundo, Documentos, “Franco 1892-1992”.
“No fueron dos culturas enfrentadas, fue la estúpida
confusión de los salvadores de turno, versión folclórica de las salas de
banderas, que no eran capaces de distinguir la patria de la pandereta, la
astucia de los uniformados ambiciosos cuyo sable se pone al servicio de quienes
ofrecen una medalla, un monumento o un lugar en la Historia”.
(ibíd.)
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