(para Maravillas Cora).
1ª
pista. Cinematográfica. Jerry Webster (Rock Hudson en “Pijama para dos”), un
publicitario neoyorkino (Mad men) con malas artes, para tapar uno de sus líos
soborna a una testigo ofreciéndole rodar un anuncio para la tv. El anuncio se
rueda pero el producto no existe y Jerry no piensa emitirlo. Pero su inútil y
acomplejado jefe (Tony Randall), imitando lo que él cree que haría Jerry,
ordena emitir el anuncio del inexistente producto mediante una campaña de
saturación en televisión. Vende humo.
2ª
pista. Propaganda: insistir en las mismas y pocas ideas, que deben ser sencillas
y fáciles de comprender, es fundamental para influir en la gente. Gobbels
resumió la idea de la saturación con la frase: una mentira repetida mil veces acaba
por convertirse en una verdad. El movimiento nazi era una consecuencia política
del irracionalismo filosófico y del romanticismo alemán, en consecuencia, su
propaganda no iba dirigida a la racionalidad de la gente (ratio-propaganda),
sino a excitar sus sentimientos más primarios (senso-propaganda), entre ellos
la fe.
3ª
pista. Políticas. Los movimientos totalitarios utilizan la senso-propaganda
para mantener en estado de excitación permanente a sus seguidores y poder
movilizarlos con facilidad. Sin movilización continua de las masas no hay
movimiento totalitario.
4ª
pista. Religiosa. “A Cataluña la hizo Dios, no los hombres; los hombres sólo
pueden deshacerla” (obispo Torras y Bages). Estas y otras ideas semejantes de
los “padres fundadores” del nacionalismo afirman la existencia de una Cataluña
imperecedera y cristiana. “El Orfeo catalán fue Cristo”.
5ª
pista. Derecho. El derecho cambia, pero los indepes, rechazan someterse al
derecho vigente, primero, porque es del Estado opresor; segundo, porque es
artificial, una convención reciente; tercero porque el único derecho que cuenta
es el histórico, asentado en los usos de la vieja Cataluña cuyo orden está
emanado de la naturaleza. “Al dogma falsísimo de que la mayoría todo lo puede
menos convertir a una mujer en hombre, oponemos el principio del respeto a la
obra de los siglos, a la congruencia de la naturaleza, a los órganos esenciales
de la sociedad, a las entidades naturales en que el hombre nace, vive y muere”
(Torras y Bages).
6ª
Localismo. Congruente con la noción natural y cristiana es la defensa de lo
local, de lo regional, como lo puro, lo primario, lo incontaminado, alejado del
“hedor de la ciudad” y de “las concupiscencias que desatan los apetitos
humanos”. La región es el paradigma, que luego deriva hacia la región
independiente: la nación (pero igual de paleta). “La forma regional, repetimos,
es una extensión de la familia, se basa en ella; cada región es una federación
de familias unidas entre sí con estrechísimos lazos naturales, viniendo quizá
todas de un mismo origen” (T y B).
Para Maravillas Cora (2)
7ª pista. Heurística.
El mundo bipolar de la guerra fría sigue deshaciéndose
-de forma pacífica pero no exenta de tensiones y también violentamente- impulsado
por grandes lógicas políticas, ideológicas, científicas, económicas y
financieras, que repercuten de diferente manera en los países, según sean su tamaño,
su desarrollo económico y científico, su potencial militar, su ubicación
geográfica, sus alianzas políticas y comerciales, su zona de influencia, su
proyección estratégica, el vigor de sus instituciones, la actitud de sus
ciudadanos, etc, etc.
Han emergido nuevos grandes actores que aspiran
a reemplazar a los viejos en la orientación del planeta y nuevas corrientes
ideológicas con programas de confrontación, que pugnan por desplazar a los
viejos programas de consenso. Estas mutaciones no se perciben sólo en los
campos citados, sino en el ámbito de la cultura, del arte, de la literatura, de
la música, del ocio o de la moda, e implican nuevos valores, nuevas propuestas
de vida, nuevas actitudes, que apelan a los ciudadanos a adaptarse a ellas de
buen grado o mediante coerciones marcando la vida cotidiana.
Todo ello es recogido por los medios de comunicación
-los tradicionales y los nuevos, todos ellos con sus intereses- que, mediante
un aluvión de noticias muy diverso origen y consideración, ofrecen diariamente una
visión actual y dinámica del mundo, pero también desordenada, incoherente y, en
definitiva, confusa. La rabiosa actualidad es cambiante, engañosa y desconcertante.
Así, pues, la percepción del mundo que diariamente recibimos a través
de los medios de comunicación -no tenemos otra forma- es la de un laberinto en
el cual es difícil orientarse, pues intentarlo exige un gran esfuerzo.
Este puede ser -grosso modo- el panorama
general, el gran escenario de la representación del mundo, cuyas tensiones se
reproducen en el escenario nacional, a las que se añaden los problemas
particulares -los diablos familiares-, problemas coyunturales y problemas
estructurales. En el caso que nos ocupa, Cataluña, un problema estructural, se
añaden los problemas de coyuntura: el agotamiento político de CiU, la sentencia
del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, los efectos de la recesión
económica y de las medidas de austeridad sobre la población catalana, la
desafección ciudadana respecto a la clase política en general, el deterioro de
la Casa Real, la fuga de CiU respecto a su responsabilidad política en la situación
social de Cataluña y penal respecto a la corrupción (3%, Palau y un largo etc),
las políticas del Gobierno central (Madrid), la politización de una generación
que no conoció la dictadura y que descarga la responsabilidad de todo lo que
sucede en la Transición. Y todo esto,
con sus correspondientes luchas políticas, aparece diariamente en los medios de
comunicación, unido a lo que llega del escenario mundial, con lo cual aumenta
la confusión y se precisa un gran esfuerzo para procesar toda esa información,
gran parte de la cual cambia cada día, por lo menos de aspecto, y ordenarla en
un discurso coherente, que pueda dotar de sentido a la realidad y a la propia
vida dentro de ella, esfuerzo que no todo el mundo quiere o puede realizar. Y
ahí está la gran baza del nacionalismo, con un discurso pertinaz, monocorde, sencillo
y profético.
El nacionalismo, por su visión romántica de la
historia, elude las tensiones del presente remontándose a un pasado idealizado,
donde en lugar del dinamismo actual reinaba la quietud a largo plazo
manifestada en la permanencia de las costumbres, en la tradición de las
instituciones y donde en lugar de los conflictos sociales reinaba la armonía de
las extensas relaciones de parentesco y, en vez de la competencia en el mercado
imperaba la pequeña producción precapitalista. La Cataluña eterna y plena, de
ayer, de hoy y de mañana, es un imaginario retrato medieval.
El discurso nacionalista pretende trascender
eras y fronteras, tiempo y espacio, eludir los grandes retos que tiene
pendientes la sociedad catalana, atravesada por las mismas lógicas que la
española, que la europea y que muchas otras, y, en un intento de saltar por
encima de las complejidades, ignora los desafíos que se libran a escala
planetaria, para proponer como remedio refugiarse en un país pequeño volcado
sobre sí mismo para mantener una impostada identidad a toda costa.
Frente a la dificultad de ofrecer salidas políticas
y económicas verosímiles a la globalización, el nacionalismo interpreta como
nadie la situación del mundo y se alza con una respuesta inobjetable: la
independencia y el advenimiento de una mágica república que sólo traerá prosperidad,
bienestar y recuperada plenitud.
Este discurso es eficaz porque se repite
machaconamente, salta por encima de las dificultades y de las concreciones y
asegura el éxito de la empresa gracias a la existencia de una nación
excepcional por su laboriosidad, sensatez y saber hacer y, en las últimas
versiones, por su superior calidad moral y racial. Y se aduce como prueba que
es un pueblo que ha permanecido idéntico a sí mismo durante siglos y que esa
misma voluntad de ser ha de prevalecer en el futuro.
Y
muchas almas sencillas y otras tantas que lo parecen se dejan convencer por este
discurso: el mundo está muy mal y es muy difícil de entender, pero gracias a
Dios y a la Moreneta, tenemos a Puigdemont, a Junqueras, a Artadi, a Torra y a
Torrent que no sólo explican la causa de esos males, sino que tienen la
solución.
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