viernes, 7 de septiembre de 2018

Solé Tura.La Lliga "revolucionaria"


La Lliga Regionalista surgió en un contexto de violenta lucha de clases (…) La Lliga era claramente regeneracionista, pero a diferencia del regeneracionismo de Costa (...) el regeneracionismo de los nacionalistas catalanes tenía un propósito muy concreto: llegar al poder, transformar el Estado español para influir en él de acuerdo con su verdadero peso específico, impulsar la transformación económica y política de España en sentido capitalista. Es decir, realizar la revolución burguesa.
Ahora bien, el intento revolucionario de la burguesía catalana padecía una serie de defectos internos y externos que viciaron desde el primer momento su propósito: la burguesía catalana era, de hecho, la única burguesía industrial del país (con excepción de la vasca…); era, además, una burguesía periférica, condicionada por un mercado interior pobre y miserable, pero indispensable; una burguesía presionada por un proletariado combativo y exasperado; una burguesía que necesitaba el Estado oligárquico para una hipotética expansión colonial y para conservar el orden público interior; una burguesía debilitada estructuralmente por la tensión interna entre el desarrollo urbano e industrial de Cataluña y la subsistencia de instituciones agrarias verdaderamente capitalistas.
Por lo demás, la propia burguesía entraba en la lucha con intereses no siempre coincidentes. Entre los industriales textiles (…) los algodoneros, más afectados por la crisis de 1898, constituyeron el núcleo del movimiento nacionalista, una gran parte de los laneros, bajo la dirección del conde de Egara, continuaron en el marco político de la Restauración. Ni siquiera hubo una dinámica uniforme entre los diversos sectores de la fabricación textil algodonera: entre los hiladores se tendía a la concentración de empresas y unas veinte o treinta familias controlaban el sector, con fuertes acumulaciones de capital; en cambio, entre los industriales tejedores predominaban la pequeña empresa y la propiedad familiar. Los grandes industriales querían a toda costa un arancel proteccionista y una política de compromiso con Madrid.    
Por otro lado, el campo catalán se recuperaba difícilmente de la tensión provocada por la crisis de la filoxera. Aunque el conflicto parecía apagado, no tardaría en estallar con redoblada fuerza.
Los grandes propietarios, representados por el Instituto Agrícola Catalán de San Isidro, constituyeron la correa de transmisión para hacer efectiva la hegemonía política de los hombres de la Lliga. Pero el precio que exigieron fue la intangibilidad de las relaciones agrarias y el respeto a las jerarquías tradicionales.
Todo esto daba a la alta burguesía catalana una gran inestabilidad política y doctrinal. Era una clase íntimamente reaccionaria que desempeñaba un papel revolucionario en el contexto hispánico; una clase conservadora y corporativista que se proponía europeizar, modernizar, liberalizar el país; una clase esencialmente urbana e industrial, profundamente vinculada a un campo conservador e inmovilista. Como veremos, la síntesis doctrinal de Prat de la Riba reflejó estas contradicciones.

J. Solé Tura: Catalanismo y revolución burguesa, Barcelona, El viejo topo, 2017, pp. 57-58.

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