Se veía venir...
Gris
marengo tirando a negro se le está poniendo a Camps el asunto de los trajes. El
presidente valenciano, finalmente, ha logrado declarar ante el juez y contar la
verdad. Con las ganas que él tenía de contarlo todo… Pero no sabemos si lo ha
contado todo o es que el juez no se lo ha creído del todo, porque después de
declarar sigue imputado por un presunto delito de cohecho.
Y
eso que al juzgado acudió bien acompañado. Uno, que es un poco paleto en estas
cosas, creía que cuando un juez le citaba bastaba acudir con un abogado, por aquello
de “tiene derecho a nombrar un abogado, y si no, se le nombrará uno de oficio”,
que dicen en las películas americanas, pero el rey de la guata llevaba a su
vera tres vicepresidentes autonómicos, la alcaldesa de Valencia y varios
alcaldes de la zona, que ignoro la utilidad que podían tener en el caso, porque
no se trataba de inaugurar algo. Y tratándose de dilucidar el incierto destino de
la factura de unos trajes, cree uno en su ingenuidad que lo mejor hubiera sido
acudir acompañado del sastre que se los hizo, pero no, Camps ha preferido
llevar la alcaldesa de un puerto de mar, que debe saber mucho de la tela
marinera que queda por cortar.
La
factura de los trajes no apareció, dijo que lo paga todo al contado, que cogió
el dinero de la caja de la farmacia que regenta su señora esposa, y que no
guarda las facturas. Mal hecho, porque siempre puede haber un sastre rencoroso
que le ponga en un brete, aunque no es el caso de este probo alfayate. Los
trajes, pues, eran un regalo de su amigo el del huevo, o mejor el de los
bigotes al que quiere un huevo, el
cual ha admitido haber hecho el regalo pero sin pedir nada a cambio. Pues
claro, los regalos son eso: regalos, lo otro son sobornos. De todas maneras,
las versiones han ido cambiando: primero se dijo que no había regalos, también
se ha dicho que los trajes eran prestados y ahora se admite que sí hubo regalos.
Su colega Ricardo Costa, el otro Petronio con músculos de sastre, ha afirmado
que los hechos son anteriores a la toma de posesión de sus cargos en el PP y en
el parlamento valenciano. O sea que si le regalan algo antes de llegar al
cargo, no se mosquea por lo que le puedan pedir después,
El asunto de los trajes es una
minucia, unas facturas de un par de <kilos de pelas> pagadas por una
empresa que ha conseguido suculentos contratos del Gobierno valenciano. Y ahí
está el quid del asunto, en cómo se consiguieron esos y otros contratos, sistemáticamente
negados a la vigilancia de la oposición, porque parece que se trata de una
verdadera epidemia de adjudicaciones a dedo, no siempre al Bigotes, pero sí a
unos cuantos privilegiados, animada por regalos de ropa a otros beneficiarios
de la generosidad de Orange Market (el nombrecito se las trae).
Cabe preguntarse por las
razones que un presidente autonómico y otros cargos importantes de su gobierno
han tenido para aceptar tales dádivas, que como sobornos son una bagatela, y que
si son regalos les comprometen. Y hay que recordar lo ocurrido a Pilar Miró,
cuando era directora general de RTVE. Un asunto de ropa, de mucho menos
importe, contribuyó lo suyo para que dejara el puesto después de armarse una
bronca fenomenal. Entonces gobernaba Felipe González y el PP estaba en la
oposición, pero ahora la pelota está en el campo de la derecha. Y esperamos que
se expliquen; con un poco menos de jeta, a ser posible.
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