Al doctor Montes, in memoriam
El doctor Luis Montes ha fallecido en
Madrid. Ignoro las circunstancias del óbito, pero espero, por su bien y el de
sus allegados, que haya salido de este mundo con serenidad, dignamente, como él
quiso que pudiera hacerlo quien quisiera.
El doctor Montes fue una de las víctimas
de la particular cruzada que Manuel Lamela, consejero de Sanidad de la
Comunidad de Madrid, emprendió en 2005 contra quienes defendían el derecho a
morir sin sufrimiento innecesario y, en particular, contra los médicos del Servicio
de Urgencias del Hospital Severo Ocho de Leganés. Cruzada que iba directamente
dirigida contra la voluntad de los enfermos en situación terminal que desearan
acabar dignamente sus días.
Manuel Lamela, abogado, miembro del
Partido Popular y católico intransigente, abusando del poder público que su
cargo no le otorgaba decidió un día que en Madrid había que morir rabiando de
dolor, como prescribe una de las más inhumanas versiones de su fe, que
desprecia el supremo mandato del hijo del carpintero de Nazaret: “Amaos unos a
otros”.
El dos de marzo de 2005, la Consejería
de Sanidad de Madrid recibió una denuncia anónima que acusaba a los médicos del
hospital Severo Ochoa de una práctica
masiva de eutanasia en el Servicio de Urgencias. El día 11 de marzo, el consejero
Lamela, sin más averiguaciones, destituyó a la dirección del hospital,
empezando por el jefe de dicho servicio, el doctor Luis Montes, y acusó a ocho
médicos de abusar de las sedaciones con enfermos terminales, práctica que
pudiera haber derivado en 400 casos de homicidio.
Después de más de dos años de informes y
contra informes, se supo que los 400 casos se reducían a 169, de estos, la llamada Comisión Lamela señaló
que en 73 casos existía mala praxis, que produjo la muerte de 20 pacientes.
Pero el informe de una comisión de peritos del Colegio de Médicos redujo a 34
los casos de sedación irregular, no de mala praxis, indicando que no era
posible afirmar que hubieran podido provocar la muerte de los enfermos. El juez
redujo a quince los casos de sedaciones a investigar y tras tomar declaración a
imputados y a peritos sobreseyó el caso, decisión ratificada por el Tribunal
Superior de Justicia de Madrid.
El honor de los facultativos tan
injustamente acusados ha sido rehabilitado, pero en los hospitales de Madrid
las cosas no han vuelto a ser como antes, porque ha quedado el precedente de la doctrina Lamela.
Desde entonces, los facultativos de
cuidados paliativos son muy cautos para prescribir cuidados paliativos a
enfermos terminales, porque temen enfrentarse a una demanda, verse sancionados,
imputados en un delito de homicidio y perder el empleo. Por eso en Madrid, la
ciudad mártir, donde cada día se vive peor, se muere de mala manera. Con dolor
y rabiando, porque lo quiso Lamela, que, desde un cargo directivo en un
hospital privatizado por su Partido, no dijo ni pío sobre cómo se resolvió el famoso caso de
los 400 falsos homicidios, que es una prueba evidente de su incompetencia y de
su mala fe, en el doble sentido de la palabra.
Y es que allí donde gobierna, esta
derecha salvaje impone su moral particular, que es la que viene directamente de
las cavernas de Roma: en Madrid hay que morir rabiando de dolor y en Navarra no
se ha podido abortar legalmente durante veinticuatro años. Sólo porque lo
quiere la Conferencia Episcopal y así lo dispone su obediente brazo político, el
Partido Popular.
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