Good morning, Spain, que es different
No soy militante del PSOE, ni soy
votante socialista, ni simpatizante de Pedro Sánchez, pero me cuesta entender
la inquina que ha provocado en una parte de los suyos, que finalmente han logrado
desalojarle de la Secretaría General mediante una tosca conjura palaciega,
precedida por una etapa de obstrucción interna y de acoso público.
Aunque confieso limitados conocimientos
acerca de la vida interna del PSOE, no me parece que Sánchez haya sido el peor
de los últimos secretarios generales. Accedió a la Secretaría General por
elección directa de los militantes y se hizo cargo del partido en una situación
muy desfavorable, cuando la desastrosa gestión de Zapatero había entregado en
bandeja de plata el gobierno del país al Partido Popular y el desconcertado
grupo parlamentario socialista sesteaba en el Congreso como una “oposición
responsable”.
Si dirigimos la mirada hacia atrás y
recordamos algunas de las decisiones adoptadas antes por quienes le precedieron
en el cargo, deberemos admitir que Pedro Sánchez sale ganando en la
comparación. Que yo recuerde, Sánchez no ha metido España en la OTAN (de
entrada, No), ni está afectado por la ilegal financiación del Partido (ni de
Flick ni de Flock), ni por los casos Filesa, Malesa, RENFE, BOE, etc,, ni por
los ERE de Andalucía, ni por haber elegido cargos públicos como Vera,
Barrionuevo, Corcuera, Roldán o Rubio; ni está afectado por el GAL, los papeles
del CESID, la mafia policial y la desaparición del Nani; ni ha imprimido al
partido el giro neoliberal de Boyer y Solchaga, ni promovido las primeras
privatizaciones de empresas públicas, ni la reconversión industrial, que dejó a
miles de trabajadores sin empleo, ni ha introducido las empresas de trabajo
temporal, ni ha facilitado la impunidad de Pujol en el caso Banca Catalana, ni
ha participado en el gobierno tripartito catalán, que tan caro ha salido al PSC,
ni ha reformado, al alimón con Rajoy y de prisa y corriendo, el artículo 135 de
la Constitución para satisfacer a la "troika".
Claro, porque no ha gobernado, se me
objetará. Cierto es, pero estando en la oposición no lo ha hecho peor que el
breve Almunia o que Rubalcaba con su "oposición responsable", que no
era oposición ni era nada.
Tampoco se le debe achacar la larga
crisis del partido, inmersa en la crisis de la socialdemocracia europea, que,
junto con lo anterior, ha sido la causa de la constante pérdida de votos del
PSOE, hasta cuando contaba a su izquierda sólo con un partido testimonial como
Izquierda Unida.
Al contrario, Pedro Sánchez se ha tenido
que enfrentar, por primera vez, con un adversario en la izquierda como Podemos,
no sólo de la talla del PSOE sino que aspira a desplazarlo y a ocupar su lugar.
Sánchez no parece un dirigente radical
ni un promotor de audaces aventuras políticas, sino más bien un político
moderado y blando, tan blando como los demás cargos del PSOE ante una derecha
furibunda como es el PP, pero admiro su firmeza al decir que no a Rajoy, al
presidente de un partido que está lleno hasta arriba de casos de corrupción y
que, desde el Gobierno, ha emprendido una cruzada contra los asalariados y las
clases populares de este país.
Quizá haya sido eso lo que ha molestado
a sus críticos, que, mediante una vergonzosa operación de acoso e intriga, han
querido impedir que intentase formar un hipotético gobierno alternativo al de
la derecha, en el que, junto a otras fuerzas menores, Podemos estuviera
presente.
Era sólo una hipótesis, una apuesta sin
garantías de poderse realizar, pero los insurgentes han decidido impedir el
intento.
En el Partido Popular sin duda se lo
habrán de agradecer, pero no por ello, en la oposición, los socialistas habrán
de esperar un trato mejor que el recibido hasta ahora.
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