viernes, 7 de octubre de 2016

América, América (I)

Good morning, Spain, que es different
Sobre el descubrimiento de América, no comparto la opinión de personas como las que dirigen la CUP, partidarias incluso de desmontar la estatua de Colón en Barcelona. Gente mal informada y con complejo de culpa por hechos voluntariamente asumidos, pero que no les son imputables.
Tal opinión afirma, en primer lugar, que no hubo “descubrimiento”, alegando, que, para los aborígenes, América ya estaba descubierta.
Por la misma razón, se puede despojar a Newton de la paternidad de la ley de gravedad, porque la atracción de los objetos hacia el centro de la Tierra es tan vieja como el planeta. Los cuerpos caían, cierto es, sin ayuda de Newton, pero a ese fenómeno el sabio inglés le dio una expresión matemática y formuló una ley científica. Se puede decir que Newton “descubrió” ese fenómeno porque lo vio con otros ojos (y con otra cabeza). A partir de ahí, ese “descubrimiento” de algo que ya existía empezó a contar para la ciencia y para la técnica.  
Volvamos a la América precolombina. El argumento “negativista” es falaz, porque ninguna de las civilizaciones allí existentes, ni siquiera las más avanzadas, tenía conciencia de que aquel conjunto de tierras fuera un continente, y mucho menos nuevo, ya que ignoraban todo sobre los demás continentes y sobre el suyo propio, salvando el limitado territorio que ocupaban o dominaban y el más inmediato, entre otras razones porque les faltaba interés y perspectiva, no habían realizado los viajes exploratorios necesarios y porque carecían de los instrumentos topográficos y cartográficos precisos para llegar a tal conocimiento. Los primeros mapas, portulanos y cartas marítimas de América son obra de los “conquistadores” a medida que en sus viajes fueron descubriendo el continente e integrando ese conocimiento en una perspectiva científica más amplia. Y ese afán, no se debe sólo al ansia de dinero, sino al espíritu de la época.
El viaje de Colón y sus inmediatas consecuencias es obra del Renacimiento, de la visión sobre el ser humano y su papel en el mundo, del espíritu que descubre en el hombre unas potencias desconocidas hasta entonces. Es un optimismo humanista, que se aleja de la mentalidad medieval regida por la religión y se lanza a conocer el mundo, a explorarlo, a darle la vuelta, incluso, y a descubrirlo a través de la observación, de la reflexión y de la investigación.
El argumento “negativista” aduce también que navegantes del Pacífico y los vikingos habían llegado a América antes de Colón. No es descartable, ya que antes habían arribado al continente sus primeros pobladores, pero el viaje de Leif Erikson a Vinlandia, hacia el año 1000 de nuestra era, o los de navegantes de la Polinesia hasta las costas de América carecieron de las consecuencias que tuvo el viaje de Colón, que cambió la concepción del mundo que entonces se tenía y revolucionó la economía y la política del Viejo Continente, y luego del resto. El mundo es hoy así, en gran parte por el viaje de Colón, no por la llegada de Leif Erikson a Terranova.

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