martes, 10 de mayo de 2016

No olvidar la economía

Sobre un post sobre el libro "España imaginada" de Tomás Pérez Viejo 

El relato sobre la importancia de los mitos en la construcción de la nación está bien. Las ideas más altas y más nobles, los valores, las virtudes patrióticas, los gestos generosos, los sentimientos más sublimes tienen importancia en la construcción de la nación, pero no sólo cuentan esos: hay que meter otros ingredientes que son más feos, como el apego al vil metal, el interés, al afán de poder, el desigual reparto de la riqueza, el egoísmo personal y de clase, la vicisitudes del mercado... es decir, la economía. 
Parte del problema catalán (y del vasco) viene de su estructura productiva, y de la de España, naturalmente, con el antiguo enfrentamiento entre los intereses cerealeros y olivareros, de las mesetas y Andalucía, frente a los intereses de la siderurgia vasca y la industria textil catalana. En Madrid, sede del gobierno se dirimían estos litigios, que acababan, a pesar de todos los pesares, con acuerdos, porque ni la industria siderúrgica vasca podía competir con la alemana, por ejemplo, ni la industria textil catalana, basada en muchas pequeñas empresas, podía competir con la inglesa. La solución era el proteccionismo aduanero, no el libre mercado, que permitía a estos dos tipos de casi monocultivo periférico crecer con el mercado nacional (de toda España), pues su producción desbordaba el mercado local o regional. El problema es la desigual implantación del capitalismo y la formación del mercado nacional, y del Estado nacional que corresponde a ese desarrollo. Pero estos escatológicos factores suelen quedar al margen del discurso nacionalista.

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