Para el Colectivo Red Verde
Interesantes
reflexiones, Ángel. Gorbachov hizo lo que pudo, pero Occidente, y especialmente
los EE.UU., con Reagan al frente, tenían mucha prisa por acabar con la URSS y
precipitaron las cosas, ayudados por tipos como Borís Yeltsin y otros como él, que
también la tenían para repartirse el botín de la propiedad estatal, que tan
buenos millonarios ha dado en la nueva Rusia.
No creo que el principio del fin del comunismo estuviera en
la caída del muro de Berlín, en 1989, sino cuando se construyó, en 1962, pues
ya mostraba sus flaquezas (y sus firmezas). Lo ocurrido en Checoslovaquia en
1948, en Berlín en 1953 y en Hungría en 1956, además de las brutalidades de
Stalin en la propia URSS, anticipaban lo de 1968, en Praga, y lo de 1981 en
Varsovia, mostraban la inflexibilidad del sistema, la esclerosis política y el
agotamiento teórico en los países socialistas. El marxismo leninismo era pura
retórica, un conjunto de jaculatorias como las de la Iglesia católica, para
sostener a las “nomenklaturas” locales, presididas en los últimos años de la
URSS por el KGB (Chernenko, Andropov, y creo que Gorby) y también Putin.
¿Casualidad?
Quizá no podía ser de otra manera si se piensa en etapas
largas, de cientos de años, y en la permanencia en el tiempo de las
mentalidades y de las actitudes. Las costumbres son de hierro, las buenas y las
malas. Y las tradiciones son prisiones. Y Rusia, que abolió el régimen servil,
en 1864 (cuando EE.UU., con una guerra, trataba de abolir la esclavitud), pasó
de la dictadura zarista a la dictadura estaliniana casi sin transición, porque emergió
el macizo de la raza (como diría José Antonio) o de la historia, por debajo de
la voluntad de los revolucionarios, la mayoría muertos en la I Guerra mundial y
luego en la guerra civil. Para Stalin, acabar con el resto fue cosa de tiempo
(poco) y de método (brutal). Y a zar muerto, zar puesto (rojo, claro, o teñido
de rojo).
Lenin se equivocaba cuando decía, en el verano de 1917, que
ya había pasado el tiempo de la revolución democrático burguesa, ¡que había
empezado en febrero!, y que era la hora de la revolución proletaria, que
empezaría en octubre. Tampoco podía hacer otra cosa, con Kerenski animando al
general Kornilov a asesinar obreros, y con las tropas alemanas en la puerta de
casa, que tratar de quitarse de encima a aquellos incompetentes y de parar la
guerra. Pero, la etapa de la revolución burguesa no es sólo la revolución
industrial y la instauración del capitalismo, escaso y concentrado en la Rusia
zarista, sino también el liberalismo, y si la hegemonía burguesa está
resultando muy larga en todas partes, ¿cómo iba a resultar tan breve en Rusia?
Lo que hubo después de la guerra civil fue una lucha de clases atroz y una
industrialización acelerada -el comunismo son los soviets más la electricidad,
había escrito Lenin-, amparada por un poder despótico, que produjo un
capitalismo de Estado regentado por una burguesía de Estado (surgida de la
transformación estamental) culminada en la “nomenklatura” del Partido. Trotsky
también se equivocaba: la URSS no era un Estado obrero degenerado, sino otra
forma, despótica, de capitalismo, tras una reconfiguración de las clases
sociales, formalmente abolidas en el Estado de todo el pueblo, según rezaba la
última Constitución de la URSS.
Para mí el gran retroceso es anterior a Gorby, a la caída
del muro de Berlín y al descosido de la URSS (del viejo imperio zarista), y se
produce cuando cesa el avance de la izquierda en todo el mundo, que empieza en
los años 70, cuando se detiene el espíritu de los 60, o del 68; en Europa,
cuando las democracias occidentales resisten las movilizaciones sociales y los
PCs apoyan el sistema; cuando la lucha de masas deja paso al terrorismo como
salida desesperada; cuando el comunismo es ya irreformable en los países del
Este -tras Berlín (1953), tras Budapest (1956), tras Praga (1968) no hay
socialismo con rostro humano); cuando, con Nixon, llegan los republicanos al
poder en EE.UU. (aunque luego brevemente lo pierdan); cuando se burocratiza el
socialismo cubano; cuando los movimientos guerrilleros y populares de América
Latina se sofocan con golpes militares y empieza el expolio; cuando África se
despedaza en luchas intestinas y aparecen temibles dictadores (no me olvido de
las aviesas intenciones de occidente); cuando se burocratiza el socialismo
árabe y empieza a decaer la OUA; cuando Pol Pot pone en marcha una aberrante
interpretación del igualitarismo asesinando a millones de personas que no
coinciden con los rasgos establecidos por el Partido -como llevar gafas-;
cuando en indochina luchan dos versiones del comunismo (soviética -Vietnam- y
china -Camboya-); cuando la lucha de clases en China acaba llevando al poder a
Deng Xiao Ping, cuya impronta está presente en la China (capitalista y brutal)
de hoy.
El acelerador de todo eso sería la llamada revolución
conservadora de Ronald Reagan, Margaret Thatcher, Helmut Kohl y el papa
Woyjtila, que cambió la correlación de fuerzas a escala internacional y desde
entonces reina sobre todo el mundo. Desde la izquierda, lo que, desde el punto
de vista teórico y práctico, se ha opuesto a esa ofensiva han sido el
eurocomunismo (Berlinguer, Carrillo), breve, y la tercera vía (Giddens, Blair,
Schroeder), algo más larga, pero más dañina por que ha inspirado la acción de
varios gobiernos, entre ellos el español. Y en algunos países de América, una
especie caudillismo con aroma socializante, o el neoindigenismo con el mismo
aroma.
Y en esas estamos.
Fray Pepe (25-3-2011)
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