miércoles, 11 de mayo de 2016

Gorby hizo lo que pudo

Para el Colectivo Red Verde

Interesantes reflexiones, Ángel. Gorbachov hizo lo que pudo, pero Occidente, y especialmente los EE.UU., con Reagan al frente, tenían mucha prisa por acabar con la URSS y precipitaron las cosas, ayudados por tipos como Borís Yeltsin y otros como él, que también la tenían para repartirse el botín de la propiedad estatal, que tan buenos millonarios ha dado en la nueva Rusia.
No creo que el principio del fin del comunismo estuviera en la caída del muro de Berlín, en 1989, sino cuando se construyó, en 1962, pues ya mostraba sus flaquezas (y sus firmezas). Lo ocurrido en Checoslovaquia en 1948, en Berlín en 1953 y en Hungría en 1956, además de las brutalidades de Stalin en la propia URSS, anticipaban lo de 1968, en Praga, y lo de 1981 en Varsovia, mostraban la inflexibilidad del sistema, la esclerosis política y el agotamiento teórico en los países socialistas. El marxismo leninismo era pura retórica, un conjunto de jaculatorias como las de la Iglesia católica, para sostener a las “nomenklaturas” locales, presididas en los últimos años de la URSS por el KGB (Chernenko, Andropov, y creo que Gorby) y también Putin. ¿Casualidad?
Quizá no podía ser de otra manera si se piensa en etapas largas, de cientos de años, y en la permanencia en el tiempo de las mentalidades y de las actitudes. Las costumbres son de hierro, las buenas y las malas. Y las tradiciones son prisiones. Y Rusia, que abolió el régimen servil, en 1864 (cuando EE.UU., con una guerra, trataba de abolir la esclavitud), pasó de la dictadura zarista a la dictadura estaliniana casi sin transición, porque emergió el macizo de la raza (como diría José Antonio) o de la historia, por debajo de la voluntad de los revolucionarios, la mayoría muertos en la I Guerra mundial y luego en la guerra civil. Para Stalin, acabar con el resto fue cosa de tiempo (poco) y de método (brutal). Y a zar muerto, zar puesto (rojo, claro, o teñido de rojo).  
Lenin se equivocaba cuando decía, en el verano de 1917, que ya había pasado el tiempo de la revolución democrático burguesa, ¡que había empezado en febrero!, y que era la hora de la revolución proletaria, que empezaría en octubre. Tampoco podía hacer otra cosa, con Kerenski animando al general Kornilov a asesinar obreros, y con las tropas alemanas en la puerta de casa, que tratar de quitarse de encima a aquellos incompetentes y de parar la guerra. Pero, la etapa de la revolución burguesa no es sólo la revolución industrial y la instauración del capitalismo, escaso y concentrado en la Rusia zarista, sino también el liberalismo, y si la hegemonía burguesa está resultando muy larga en todas partes, ¿cómo iba a resultar tan breve en Rusia? Lo que hubo después de la guerra civil fue una lucha de clases atroz y una industrialización acelerada -el comunismo son los soviets más la electricidad, había escrito Lenin-, amparada por un poder despótico, que produjo un capitalismo de Estado regentado por una burguesía de Estado (surgida de la transformación estamental) culminada en la “nomenklatura” del Partido. Trotsky también se equivocaba: la URSS no era un Estado obrero degenerado, sino otra forma, despótica, de capitalismo, tras una reconfiguración de las clases sociales, formalmente abolidas en el Estado de todo el pueblo, según rezaba la última Constitución de la URSS.
Para mí el gran retroceso es anterior a Gorby, a la caída del muro de Berlín y al descosido de la URSS (del viejo imperio zarista), y se produce cuando cesa el avance de la izquierda en todo el mundo, que empieza en los años 70, cuando se detiene el espíritu de los 60, o del 68; en Europa, cuando las democracias occidentales resisten las movilizaciones sociales y los PCs apoyan el sistema; cuando la lucha de masas deja paso al terrorismo como salida desesperada; cuando el comunismo es ya irreformable en los países del Este -tras Berlín (1953), tras Budapest (1956), tras Praga (1968) no hay socialismo con rostro humano); cuando, con Nixon, llegan los republicanos al poder en EE.UU. (aunque luego brevemente lo pierdan); cuando se burocratiza el socialismo cubano; cuando los movimientos guerrilleros y populares de América Latina se sofocan con golpes militares y empieza el expolio; cuando África se despedaza en luchas intestinas y aparecen temibles dictadores (no me olvido de las aviesas intenciones de occidente); cuando se burocratiza el socialismo árabe y empieza a decaer la OUA; cuando Pol Pot pone en marcha una aberrante interpretación del igualitarismo asesinando a millones de personas que no coinciden con los rasgos establecidos por el Partido -como llevar gafas-; cuando en indochina luchan dos versiones del comunismo (soviética -Vietnam- y china -Camboya-); cuando la lucha de clases en China acaba llevando al poder a Deng Xiao Ping, cuya impronta está presente en la China (capitalista y brutal) de hoy.
El acelerador de todo eso sería la llamada revolución conservadora de Ronald Reagan, Margaret Thatcher, Helmut Kohl y el papa Woyjtila, que cambió la correlación de fuerzas a escala internacional y desde entonces reina sobre todo el mundo. Desde la izquierda, lo que, desde el punto de vista teórico y práctico, se ha opuesto a esa ofensiva han sido el eurocomunismo (Berlinguer, Carrillo), breve, y la tercera vía (Giddens, Blair, Schroeder), algo más larga, pero más dañina por que ha inspirado la acción de varios gobiernos, entre ellos el español. Y en algunos países de América, una especie caudillismo con aroma socializante, o el neoindigenismo con el mismo aroma.
Y en esas estamos.           

Fray Pepe (25-3-2011)

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