martes, 10 de mayo de 2016

Aviso. La izquierda agotada

Good morning, Spain, que es different
Donde pone Los Verdes, léase Podemos. El resto, que data de 2002, lo mantengo.
Si alguien se lamenta de que una nueva opción política, como son Los Verdes, pueda quitar votos a los pobrecitos partidos de la izquierda de siempre, lo coherente sería que pidiera explicaciones a la izquierda de siempre de por qué teme que alguien le quite unos votos, que, por otra parte, no son suyos (el voto es una prueba de confianza que se deja en préstamo, no en propiedad).
La pregunta sería: ¿qué han hecho el PSOE e IU con los votos que han tenido? Pero sobre todo habría que preguntarles por qué los han perdido (IU, el 50% en sólo unas elecciones), y que den alguna explicación de ello que no sea culpar sólo a la derecha y a la prensa.
En lugar de lamentar que haya alguien que quiere cambiar las cosas, alterar la correlación de fuerzas, modificar el ya muy visto juego político, lo que habría que hacer es preguntar a los que ya están dentro de la partida por qué no juegan mejor y ganan de vez en cuando.
Si la democracia política fuera un juego entretenido, a algunos jugadores habría que decirles que se acabó su tiempo (perdido) y que dejen su lugar a otro jugador.
Si admitimos que los partidos políticos al aplicar sus programas tienen prácticas de clase, deberemos pensar que esas prácticas lesionan los intereses y aspiraciones de extensos sectores sociales cuyos componentes tienen memoria. Es decir, que para mucha gente, por su experiencia acumulada, algunos partidos de la izquierda tienen un descrédito histórico y esa percepción es muy difícil de cambiar, porque una nueva muestra de confianza al darles de nuevo el voto puede comportar un nuevo riesgo, que se puede pagar en pérdida de derechos, de calidad de vida o de nivel de bienestar. Y recuperar votos es tarea ardua, pues la gente escarmentada espera que aparezca otra cosa, y mientras tanto, engrosa la abstención o el voto en blanco.
Esa bolsa de votos, además de estar perdida para la izquierda de siempre, puede, si las circunstancias son favorables, convertirse en un yacimiento de votos del descontento que puedan ser captados por un partido populista. El ejemplo del voto obrero (comunista) recogido por Le Pen, en Francia, debería hacer pensar sobre esto.
Hay gente que no quiere enterarse de que estamos al final de una etapa, que se está cerrando un capítulo de la historia de España y de la historia de la izquierda que comenzó con la Transición.
Lo que estamos presenciando en la izquierda es la crisis de dos partidos -PSOE y PCE- que tuvieron un papel destacado en la Transición y han creído que desde entonces podían vivir de las rentas, mientras la derecha se remodelaba profundamente.
En el caso del PSOE, hay una mal afrontada y mal cerrada crisis, que no ha producido una renovación suficiente. La crisis se saldó con la elección (por un margen de 7 votos) de Rodríguez Zapatero como secretario general, pero no ha habido ninguna reflexión pública (en privado es posible) sobre los graves errores cometidos en los 14 años de gobierno de F. González, ni parece que haya habido grandes aportes programáticos; más bien al contrario. Todavía Guerra y González hablaban, a veces, de política y de vez en cuando le daban algún meneo a la derecha, pero el nuevo equipo ha hecho de la cortesía versallesca el centro de su programa. Parece que han sustituido las ideas por los gestos. Se han creído que con perder las elecciones y pasar a la oposición (en los años de Aznar la oposición la hicieron El País y la cadena SER) ya basta para olvidar todo su largo mandato. Y no es así.
A la gente del PSOE hay que decirle que no se queje y que explique por qué llegaron al poder, en 1982, en medio de un clima de entusiasmo, y por qué lo dejaron en 1996 camino de los juzgados, aunque disfrazaron el triunfo del PP como una derrota dulce.
En el caso del PCE (disfrazado de IU; que murió hace mucho tiempo a manos del partido que la creó), parece que no han sacado la debida consecuencia de la grave crisis por la que atraviesa el comunismo, no desde que cayó el muro de Berlín y el imperio soviético se vino abajo como un castillo de naipes, sino desde que el muro se levantó.
Sucesivas generaciones de rebeldes han tratado de hacer cambiar a los partidos comunistas, pero estos han desoído los mensajes que se les enviaban desde los sectores más dinámicos de la sociedad para seguir impertérritos su camino hacia la tumba, conservando, eso sí, sus tradicionales señas de identidad, que acabarán en un museo.
Esto se acaba; y no hay que seguir dando oportunidades -¿hasta cuándo?- a quien no las merece.
Para los colegas que formaron el Colectivo Red Verde
octubre de 2002
Saludos.

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