Good morning, Spain, que es different
.
Pedro Sánchez rechaza una candidatura de
izquierdas para concurrir al Senado.
La propuesta de Podemos de ir juntos al
Senado, donde las listas son abiertas, no parece ni un disparate ni una ofensa
a los socialistas. Y no vale aducir para rechazar el pacto el poco tacto mostrado
por Pablo Iglesias con el PSOE, porque tampoco en el PSOE se han quedado cortos
a la hora de calificar a Podemos (hay que ver, y sobre todo oír, lo que ha
salido por algunas boquitas de los nuevos y de los veteranos), ni escudarse en el
fracaso de la experiencia del PSOE (Almunia) con IU (Frutos), en el año 2000,
que partía del equivocado dictamen de la derrota de 1996, calificada de dulce,
cuando en realidad señalaba el ocaso de un ciclo político y económico y el
comienzo de otro (la aznariana segunda transición) marcado por la derecha sin complejos,
que vinculaba su destino a la globalización imperial bajo la hegemonía de los neocons americanos.
En el año 2000, aún estaba muy fresco el
recuerdo de los años finales del felipismo (crisis de 1992, tras los fastos (y
los gastos), devaluación de la peseta, Filesa, RENFE, GAL, Roldán, papeles del
CESID, etc, etc), y el PP ascendía con fuerza, impulsado por el auge económico exterior
e interior ("España va bien", Aznar, marzo, 1997).
La situación de hoy, tanto política como
económica, pero sobre todo en el ánimo social, es muy diferente a la de
aquellos años y de poco valen los paralelismos, salvo para despistar a la propia
tropa y confundir a las almas cándidas.
Desconozco cuál es la corriente ideológica
de la socialdemocracia en la que se ubica Pedro Sánchez, aunque parece que es
un digno representante de la Nueva Vía (Zapatero, Trinidad Jiménez, Jesús
Caldera, José Blanco, Jordi Sevilla, Miguel Sebastián), réplica española de la descafeinada
Tercera Vía (de Giddens, Blair, Schroeder, Jospin), que, tras la caída del muro
berlinés y la desaparición de la URSS, mostraba la rendición de la
socialdemocracia ante el neoliberalismo victorioso. Pero aunque Sánchez fuera
un genuino representante del espíritu fundacional de Pablo Iglesias (el
tipógrafo, no el seguidor de Juego de tronos), dispone de escasa capacidad de
maniobra en un PSOE que necesita como el comer (para vivir o sobrevivir), una
edición actualizada del congreso de Suresnes, que alivie al partido de la carga
de muchos de los pesos pesados (pesadísimos), que entonces, frente a los que
fueron arrinconados en el PSOE (histórico), aparecían como algo nuevo, pero hoy
representan a una generación comprometida con la conservación del mundo
existente.
Sánchez está presionado por el sector populista
acaudillado por Susana Díaz, que ha mostrado, de palabra y obra, sus
preferencias al prescindir, en una maniobra que no le salió bien, de un
gobierno en coalición con Izquierda Unida para tener otro apoyado por
Ciudadanos. Y ese es su horizonte táctico, cuando ha marcado el destino de
Sánchez al frente del Partido al ponerle muy alto el listón electoral -sólo le
vale ganar-, confiando en que no gane. Luego vendría un pacto de Gobierno con
Ciudadanos y quién sabe si con un PP renovado y sin Rajoy, o incluso con Rajoy,
en aras de la recuperación económica y de la responsabilidad política, como
defienden algunos que tienen como guía la gran coalición a la alemana,
olvidando que el ejemplo germano carece de parangón en España, pues el partido
de Merkel no ostenta al baldón de corrupción que anega al partido de Rajoy, ni
fue fundado por ministros de Hitler, como si lo fue el Partido Popular fundado
por cinco ministros de Franco. Lo cual se nota.
Esa apuesta puede ser grata a algún
sector del PSOE, pero podría suponer su suicidio en un momento en que el
deterioro institucional y los persistentes efectos de la crisis sobre una parte
importante de la población asalariada y sobre los estratos inferiores de las
clases populares exigen reformas tan urgentes y profundas, que sólo se pueden
afrontar desde un gobierno que tenga el respaldo de todos los partidos que se
sientan de izquierda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario