miércoles, 11 de mayo de 2016

Ciudadano

Una reflexión sobre el ciudadano, a la altura de 2010, como parte de los debates en el Colectivo Red Verde.

La noción de ciudadano es muy moderna, y desde el punto de vista político representa una vinculación abstracta con los otros, con seres semejantes, con los cuales no tenemos lazos de parentesco o una fidelidad de tipo emocional. El ciudadano surge de y contra el régimen estamental del Antiguo Régimen, que ata de por vida a un determinado estrato social y profesional, marcando unas distancias insalvables entre estamentos. El ciudadano es el sujeto dotado de derechos, es soberano para decidir sobre su profesión y sobre su vida (en teoría, claro, pero el principio es ese); vive en sociedad, no en la comunidad, lo cual le permite participar en lo general a través de la actividad política y moverse y orientar su vida, como individuo, en función de aspiraciones e intereses con posibilidad de realizarse. En este aspecto, el ciudadano es la figura opuesta al siervo, pero también al miembro del clan, de la tribu, de la secta, de la iglesia o de la nación racial (comunidades más o menos estrictas con sujetos sujetados por la sangre, la fe o la etnia); por ello, es una figura difícil de asumir, no sólo por los obstáculos provenientes de las clases o estratos privilegiados de la sociedad moderna -que conciben una ciudadanía pasiva, sumisa, que trabaja, paga impuestos y calla-, sino por la dificultad de asumir esa vinculación abstracta en fines y medios políticos y jurídicos, que reemplace las fidelidades familiares, personales (debidas a reyes o dirigentes carismáticos) o religiosas, que, aún en sociedades modernas como la nuestra, siguen siendo muy fuertes.
Por eso creo que el papel o la función de los ciudadanos no sólo no se ha perdido, sino peor: habría que reconstruirla o quizá empezar por construirla -las dictaduras no educan en eso- y no se ha hecho; o se ha hecho mal, a ratos, creyendo que eso caía del cielo, como una consecuencia del régimen democrático. Gobernar ciudadanos (con frecuencia molestos, porque exigen) supone un esfuerzo pedagógico en ese sentido y eso no se ha hecho (a la derecha no le interesa y la izquierda, en gran parte, ha olvidado esa labor, pero ese es otro tema), lo cual tiene que ver con la falta de preocupación actual por lo público y aquí meto desde los intereses más altos (democráticos o económicos) hasta los espacios temporales y territoriales compartidos cada día. En eso hemos avanzado poco, o mejor, hemos retrocedido: la llamada desafección de los votantes tiene que ver con eso (y en cómo se ha conducido la llamada clase política).
Otra vertiente tiene que ver con la izquierda, en particular con la izquierda más radical o revolucionaria, pues señala una contradicción, que expreso en pocas palabras (con el riesgo que conlleva). La izquierda revolucionaria lo es porque es muy crítica con el orden presente, que aspira a transformar de manera drástica y urgente y a implantar otro. Está volcada al futuro, no se ata al presente, que le asquea, porque piensa en un orden social mejor (a veces perfecto e inmutable). Vive de cara al futuro o ya en el futuro (el caso de los abertzales es paradigmático), por lo tanto el presente no es más que una plataforma, que, como en las rampas de lanzamiento, sirve para despegar pero luego se destruye porque lo que importa es la trayectoria del cohete.
El ciudadano, al contrario, se compromete con el tiempo presente; interesado con la sociedad que le ha tocado vivir, comprometido con su marcha y su gestión; interesado en mejorarla, no en sustituirla, al menos de golpe. Y no sé muy bien cómo se conjugan las presiones procedentes de estos dos polos -el esfuerzo con el presente o dirigido hacia el futuro-, teniendo en cuenta que la sociedad presente es manifiestamente mejorable y, por supuesto, empeorable (hay quien trabaja desde hace años para que así sea), y que los intentos de la izquierda de implantar sociedades perfectas, o casi perfectas, se han saldado con notorios fracasos, matizables, por supuesto, pero han ofrecido modelos altamente cuestionables, precisamente desde el punto de vista de los derechos de los ciudadanos.  
Saludos

Fray Pepe 6-IX-2010

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