La
retórica de los dirigentes políticos de hoy no está al servicio de la
construcción ni de la conservación. Su objetivo es desmantelar. Desmantelar la
herencia social, económica y ética del pasado y, especialmente, todos los
mecanismos, asociaciones y normas que expresan solidaridad.
Nos
encontramos aquí con la profunda contradicción entre la tiranía del mercado
mundial y la democracia, entre la llamada libertad de consumo y los derechos
del ciudadano.
Por consiguiente, el proceso de
desmantelamiento tiene que llevarse a cabo de forma disimulada y oculta. Y ésa
es la primera tarea política del líder político actual. Por supuesto, también
se está desmantelando su propio papel. Pero ellos ya han decidido ejercer,
disfrutar y explotar sus poderes, aunque estén disminuidos, en vez de hacer
frente a ninguna verdad universal. Eso es lo que explica su pragmatismo y su
asombrosa falta de realismo. Eso es lo que explica que sean unos políticos con
una capacidad de disimulo sin precedentes. Ellos se dedican a mentir mientras
los tratos se cierran en otro sitio.
El Fin
del Historia, que es el lema empresarial de la globalización, no es una
profecía, sino una orden para borrar el pasado y su herencia en todas partes.
El mercado necesita que cada consumidor y cada empleado estén abrumadoramente
solos en el presente.
("Un muro y un bulldozer", El País, 5-4-2006)
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