Good morning, Spain,
que es different
El PP, con 41 escaños, revalida la mayoría absoluta en las
elecciones autonómicas de Galicia. Nada parece afectar a un PP arraigado en los
usos más recios del caciquismo, corrupción local incluida. Galicia es Feijoo,
pensará Rajoy, si es que no lo dice, como en su día dijo “Galicia es Baltar”,
el cacique de Orense, en esa Galicia donde Fraga descubrió lo bueno que era el
régimen autonómico, y se hizo galleguista con gaiteiros, porque el Gobierno de
la Xunta consolidaba el poder de las taifas provinciales, que durante mucho
tiempo han estado en manos de Xosé Cuiña (Pontevedra), Francisco Cacharro
(Lugo) y José L Baltar (el autodenominado “cacique bueno”), en Orense.
El triunfo de Feijoo es resultado de ese buen hacer desde las diputaciones provinciales, que enlaza bien con la Galicia profunda. Y claro está, de la debilidad y división de la izquierda, incluidos casos de corrupción del PSOE local, que no han faltado.
El triunfo de Feijoo es resultado de ese buen hacer desde las diputaciones provinciales, que enlaza bien con la Galicia profunda. Y claro está, de la debilidad y división de la izquierda, incluidos casos de corrupción del PSOE local, que no han faltado.
El PSG pierde 4 escaños y baja a 14, los mismos que obtiene
En Marea, que supera al PSG en 17.000 votos, con lo cual Podemos, diluido en
esa inestable coalición (con Beiras es difícil aliarse), alcanza el ansiado “sorpasso”,
que no le pertenece del todo, y sin tener expresión institucional, pues empata
con el PSG. El BNG, con 6 diputados, resiste, aunque pierde un escaño.
En el País Vasco, el PNV obtiene la mayoría con 29 escaños, y gana dos, seguido de EH Bildu, con 17, que pierde 3, de Elkarrekin-Podemos (un partido abertzale -otro-, según la responsable local, Nagua Alba), que
aparece con 11 escaños, del PSE con 9, que pierde 7, y del PP, en último lugar,
con 9, pierde uno.
Lo más notable es la persistencia de la derecha periférica, con
diferencias, claro está, pero tanto el PP como el PNV, ahí siguen en sus feudos,
sin ser molestados por la derecha emergente y centralista, que es Ciudadanos.
El otro partido de las viejas fuerzas políticas, el PSOE, decae lentamente pero
no deja el campo libre a quienes pretenden reemplazarlo -Podemos-, que aparece mimetizado
con el paisaje y el paisanaje, pero sin posibilidad de tener un papel relevante
en el futuro, ni en Galicia ni en Euskadi.
Podemos es una gran incógnita. No sabemos lo que durarán
esas alianzas con fuerzas locales, ni cuál de sus varias tendencias prevalecerá
en cada lugar para dar paso a un programa concreto, si la populista, la comunista
o la socialdemócrata; no sabemos si predominará la actitud radical del sector "pablista" o se impondrán los partidarios del consenso, si mostrará la cara que asusta a
la derecha o la que seduce a la gente. Demasiadas incógnitas, que deben
despejar de aquí a diciembre.
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