sábado, 10 de septiembre de 2016

La estrategia es resistir

Good morning, Spain, que es different
No cambian ni van a cambiar; es más, no pueden cambiar, pues, estando unidos por lazos de complicidad en el saqueo de España por todos los procedimientos posibles, incluyendo los ilegales, no van a ofrecer ningún tipo de facilidad para ser controlados, investigados y mucho menos desalojados no sólo del Gobierno sino del poder institucional que de forma ilegítima detentan.
Sólo desde esta perspectiva puede entenderse el empecinamiento del Gobierno en evitar que el ministro de Economía, Luis de Guindos, comparezca en el Congreso para explicar la designación del exministro José Manuel Soria como el candidato más idóneo para ocupar una dirección ejecutiva en el Banco Mundial.
Se podría pensar que se trata de un caso de palmaria incompetencia, al sumar un error, no comparecer, a otro, designar a Soria, obligado a dimitir por su aparición en los “papeles de Panamá”, o de clara inconsecuencia, en un partido que está pidiendo ayuda para continuar en el Gobierno, tras una investidura que Rajoy, por ahora, tiene muy difícil conseguir.
Pero no, no es un error, ni una inconsecuencia, ni una falta de apreciación sobre la repercusión internacional que hubiera tenido -ya la ha tenido- la designación de Soria, sino un resultado más de su táctica de entender que gobernar en funciones es gobernar sin someterse al Congreso ni a otras reglas que no sean las suyas, que, al fin y al cabo, es lo que ha venido sucediendo a lo largo de estos cinco años de legislatura.
Debe recordarse que pronto hará un año que ni el Gobierno ni su Presidente, reescribiendo la Constitución y estableciendo de hecho una nueva teoría sobre el Estado representativo de derecho, comparecen ante el Congreso. Tampoco han comparecido en comisión el ministro de Defensa Pedro Morenés ni la ministra de Fomento, Ana Pastor, que desde la presidencia del Congreso ha mostrado que es ante todo una disciplinada militante y leal seguidora de Rajoy, y que a la hora de elegir entre el Congreso y el Partido, opta, sin dudas, por el Partido.
Lo sucedido no debe sorprender, pues es una consecuencia de la forma de ejercer el poder del Estado, tan llena de resabios franquistas.
Rajoy ha utilizado la mayoría absoluta para gobernar como un autócrata, pues ha sido el Jefe del Gobierno que más veces ha utilizado un procedimiento de urgencia, como es el decreto-ley, para legislar de forma ordinaria sobre asuntos de tanta trascendencia como la reforma laboral o el rescate de la banca (decidido sin debate), y hacerlo desde bien pronto (el primer año: 16 leyes y 28 decretos); en total 75 decretos en cuatro años, de una suma de 145 proyectos de ley; de los 163 tramitados, 59 lo han hecho por la vía de urgencia. Es un Gobierno que ostenta el demérito de haber reformado 26 leyes de una vez y sin debate parlamentario (Real Decreto-Ley de medidas urgentes para el crecimiento, la competitividad y la eficiencia, aprobado el día 10 de julio de 2014, sólo con los votos del Partido Popular), y que más veces ha rechazado la comparecencia de Rajoy (105) y de los ministros en las cámaras (22 veces la de Ana Mato) por asuntos de su competencia y,  desde luego, en todo lo relacionado con casos de corrupción.
Rajoy, el silencioso líder de un gobierno que no informa pero que invierte mucho esfuerzo y dinero en propaganda, ha estado ausente del Congreso en el 85% de las votaciones, ha comparecido sólo dos veces de forma extraordinaria: el 1 de agosto de 2013, a propósito del caso Bárcenas, y fue para mentir a la cámara; y el 4 de abril de este año, para dar cuenta del acuerdo de la Unión Europea con Turquía sobre los refugiados de Siria. Por su parte, la Vicepresidenta sólo ha comparecido una vez en cuatro años en la Comisión Constitucional, en la que debía dar cuenta de su actividad.

En vista de que en el Gobierno no se percibe ni un gesto, por leve que sea, de rectificar sino el empecinamiento en los viejos usos y abusos, cabe concluir que, en buena ley, y en buena razón moral, el Partido Popular no debería volver a gobernar. Conviene no olvidarlo de aquí a diciembre. 

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