viernes, 29 de julio de 2016

Compartir el pesimismo

Good morning, Spain, que es different
Para no referirme a lo inmediato, hoy quiero compartir lo que se podría llamar el pesimismo histórico, con unas letras que, antes de las elecciones, envié a un amigo, en respuesta a una nota suya, por si son de utilidad para alguien. 
La izquierda y la derecha son productos del país, tan típicos como los toros, los churros o las gambas al ajillo. Y este país, por su historia política, económica y académica, es poco racional; es emotivo, crédulo e ignorante; primitivo y espontáneo, pasional. Lo más granado del saber y la cultura se vio obligado a emigrar o fue directamente depurado por los vencedores de la guerra civil. La universidad se vació con la derrota de la República (que sucedió a otra dictadura que quiso mantener un régimen desgastado y corrompido) y fue rellenada con rábulas del Movimiento y carcas de la Iglesia, y eso, tras 40 años de monopolio del saber, dio sus resultados en gran parte de la clase política y económica que hizo la Transición, tanto la clase política que quiso como la que se opuso.  
La gran obra destructora de Franco durará más de cien años, que se dice pronto. Y una de las consecuencias es la mediocridad y la corrupción de élites políticas (y económicas), que deberían ser un ejemplo para la gente corriente.
Falta cultura en cantidades ingentes, cultura extensa, general, y sobre todo cultura política, y sobran culturitas y culturetas; faltan años de práctica ejerciendo la libertad de opinar y discutir; años de democracia, laicismo, tolerancia, pragmatismo y racionalidad en las élites que (mal) dirigen, no digo ya en quienes no lo hacen. 

Padecemos mucha ignorancia, despreocupación por lo que no sea evidente e inmediato, mucho fútbol y poca lectura. Sobran opiniones viscerales y propuestas maximalistas, sin reparar en los costes sociales y económicos; sobra decisionismo y resistencialismo. Y sobra acrítica emulación, afán por estar de vuelta sin haber llegado y por apuntarnos a lo último; sobra postín; somos postineros, en dinero, en posición y en un saber que no tenemos. Y sobra intransigencia respecto a las opiniones discrepantes; es difícil discutir sin disputar.
El caso de la monarquía es un claro ejemplo. Su restauración en 1975 fue problemática desde el punto de vista de la legitimidad, pero, bueno, se hizo, los partidos políticos la aceptaron, pero el problema vuelve a salir ahora, y no está resuelto, ni para mucha gente que hizo la Transición ni desde luego para los que nacieron después. Y podría resolverse con un referéndum, que, al menos hoy (más adelante no lo sé), daría la victoria a los monárquicos. Eso daría a la institución monárquica una legitimidad irrebatible. Pero con la derecha de este país no hay manera; porque es irracional y autoritaria, además de corrupta, y, por su pasado golpista, le importa poco la legitimidad; le basta con ejercer el poder.
Podemos. No es como IU, que desea permanecer en la oposición para siempre. Podemos aspira a gobernar, por tanto sólo puede crecer con un programa amplio, que será un populismo de izquierdas o algo parecido. No creo que sean un monstruo muy distinto de los que hay; les faltan tablas y hay que dejarles que aprendan y se den cuenta de que las movilizaciones se acaban y que las estructuras perduran. A lo mejor inventan algo nuevo, y mejor será que lo hagan manteniendo una relación estrecha con los ciudadanos sin dejarse encerrar en las instituciones, como les ha ocurrido a los demás.
El nacionalismo en Cataluña y en el País vasco es un caso típico de cerrilismo aldeano. Objetivamente son movimientos reaccionarios, sobre todo el caso de ETA y su entorno, que es un producto del siglo XIX, es carlismo en estado casi puro. Y ERC no le va a la zaga.


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