jueves, 21 de julio de 2016

Retrato industrial

Good morning, Spain, que es different

Me gustaría que, en la legislatura que ahora empieza, los representantes políticos de los ciudadanos dedicaran algún tiempo a abordar los grandes problemas del país, y uno de ellos es una estructura productiva desequilibrada por el tamaño de las empresas, entre pocas empresas muy grandes y muchas empresas pequeñas, con carencia significativa de empresas de tamaño mediano.
“Según el informe del Ministerio de Industria, Retrato PYME 2015, el 99,88% del tejido empresarial está constituido por pequeñas y medianas empresas, y el 95,8% por empresas que tienen menos de diez empleados. El reparto es el siguiente: 1.670.000 empresas (54%) sin empleados, 1.314.000 empresas (42%) con menos de 10 empleados, 108.000 pequeñas empresas (3,5%) que tienen de 10 a 50 empleados, 18.000 empresas medianas que tienen de 50 a 250 y 3.840 empresas grandes, con más de 250 empleados. En 2004, las pequeñas y medianas empresas proporcionaban el 80% del empleo y el 63%, en 2013. A lo cual hay que añadir la dificultad para financiarse, ya que, según el Banco Central Europeo, España es el país de la Unión Europea donde es mayor la diferencia del coste financiero entre las grandes y las pequeñas y medianas empresas, para las que el crédito es un 2,8% más caro que para la grandes, mientras que esa diferencia es del 1,5% en Francia y Alemania” (J.M. Roca: “Perdidos. España sin pulso y sin rumbo”, Madrid, La linterna sorda, 2015).
En España, hay 1,1 millones de empresas familiares, que aportan valor añadido por valor de 262.000 millones de euros y generan casi 7 millones de empleos; estas empresas proporcionan casi el doble de empleo que las demás. En 2013, las empresas no familiares habían reducido  la capacidad de crear empleo de 3,1, a 3 puestos por millón de euros facturados, pero las empresas familiares ha habían aumentado 4 décimas, hasta el 5,1.   
Pero el problema viene de lejos. Según un estudio sobre el I Plan de Desarrollo (1964-1967), realizado por Arturo López Muñoz y José L. García Delgado (“Crecimiento y crisis del capitalismo español”, Cuadernos para el diálogo, 1968), en España el minifundismo empresarial se acompaña por un alto nivel de concentración y monopolio que se explica por el proteccionismo comercial y la influencia de la banca en todo el proceso de industrialización: “El tamaño de la planta industrial es el primer rasgo estructural a que cabe referirse. El número de asalariados por planta es de 11, incluidos minería y servicios, y de 16 sin incluir estos sectores. El número de empresas con menos de 10 trabajadores asciende a más del 80% del total (…) La empresa media apenas tiene relevancia. El porcentaje de empresas entre 50 y 500 trabajadores supone el 18% del total, excluidas las empresas de menos de 10 trabajadores”.
¿Seguimos así? ¿Con ese modelo industrial, tan propio de un país de extremos, formado por multitud de microempresas, por un lado, y por otro, por pocas, grandes y poderosas compañías?

Sus señorías tienen la palabra… si quieren.   

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