Good morning, Spain, que es different
Me gustaría
que, en la legislatura que ahora empieza, los representantes políticos de los
ciudadanos dedicaran algún tiempo a abordar los grandes problemas del país, y
uno de ellos es una estructura productiva desequilibrada por el tamaño de las
empresas, entre pocas empresas muy grandes y muchas empresas pequeñas, con carencia
significativa de empresas de tamaño
mediano.
“Según
el informe del Ministerio de Industria, Retrato
PYME 2015, el 99,88% del tejido empresarial está constituido por pequeñas y
medianas empresas, y el 95,8% por empresas que tienen menos de diez empleados.
El reparto es el siguiente: 1.670.000 empresas (54%) sin empleados, 1.314.000
empresas (42%) con menos de 10 empleados, 108.000 pequeñas empresas (3,5%) que
tienen de 10 a 50 empleados, 18.000 empresas medianas que tienen de 50 a 250 y
3.840 empresas grandes, con más de 250 empleados. En 2004, las pequeñas y
medianas empresas proporcionaban el 80% del empleo y el 63%, en 2013. A lo cual
hay que añadir la dificultad para financiarse, ya que, según el Banco Central
Europeo, España es el país de la Unión Europea donde es mayor la diferencia del
coste financiero entre las grandes y las pequeñas y medianas empresas, para las
que el crédito es un 2,8% más caro que para la grandes, mientras que esa diferencia
es del 1,5% en Francia y Alemania” (J.M. Roca: “Perdidos. España sin pulso y
sin rumbo”, Madrid, La linterna sorda, 2015).
En España, hay 1,1 millones de empresas familiares, que aportan valor añadido por valor de 262.000 millones de euros y generan casi 7 millones de empleos; estas empresas proporcionan casi el doble de empleo que las demás. En 2013, las empresas no familiares habían reducido la capacidad de crear empleo de 3,1, a 3 puestos por millón de euros facturados, pero las empresas familiares ha habían aumentado 4 décimas, hasta el 5,1.
En España, hay 1,1 millones de empresas familiares, que aportan valor añadido por valor de 262.000 millones de euros y generan casi 7 millones de empleos; estas empresas proporcionan casi el doble de empleo que las demás. En 2013, las empresas no familiares habían reducido la capacidad de crear empleo de 3,1, a 3 puestos por millón de euros facturados, pero las empresas familiares ha habían aumentado 4 décimas, hasta el 5,1.
Pero
el problema viene de lejos. Según un estudio sobre el I Plan de Desarrollo
(1964-1967), realizado por Arturo López Muñoz y José L. García Delgado (“Crecimiento
y crisis del capitalismo español”, Cuadernos para el diálogo, 1968), en España
el minifundismo empresarial se acompaña por un alto nivel de concentración y
monopolio que se explica por el proteccionismo comercial y la influencia de la
banca en todo el proceso de industrialización: “El tamaño de la planta industrial
es el primer rasgo estructural a que cabe referirse. El número de asalariados
por planta es de 11, incluidos minería y servicios, y de 16 sin incluir estos
sectores. El número de empresas con menos de 10 trabajadores asciende a más del
80% del total (…) La empresa media apenas tiene relevancia. El porcentaje de
empresas entre 50 y 500 trabajadores supone el 18% del total, excluidas las
empresas de menos de 10 trabajadores”.
¿Seguimos
así? ¿Con ese modelo industrial, tan propio de un país de extremos, formado por
multitud de microempresas, por un lado, y por otro, por pocas, grandes y
poderosas compañías?
Sus
señorías tienen la palabra… si quieren.
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