Good morning, Spain,
que es different
Por lo visto, hay poco que cavilar a izquierda y derecha
sobre el resultado de las elecciones generales.
En Podemos el diagnóstico está claro: en la campaña electoral ha faltado calle, ha sobrado marketing, han exagerado las encuestas y hay alguna otra cosilla menor; la culpa ha sido de los medios de comunicación, que han emprendido una campaña contra Podemos, y de la derecha, que ha sembrado el miedo, pero cuesta creer que el millón cien mil votos perdidos en seis meses se deba a personas asustadas por la derecha. No cuela.
El partido está más cohesionado (dicen) y el líder aún más incuestionado, así que, con esas, adelante, que podremos.
En Podemos el diagnóstico está claro: en la campaña electoral ha faltado calle, ha sobrado marketing, han exagerado las encuestas y hay alguna otra cosilla menor; la culpa ha sido de los medios de comunicación, que han emprendido una campaña contra Podemos, y de la derecha, que ha sembrado el miedo, pero cuesta creer que el millón cien mil votos perdidos en seis meses se deba a personas asustadas por la derecha. No cuela.
El partido está más cohesionado (dicen) y el líder aún más incuestionado, así que, con esas, adelante, que podremos.
En el PP, como ha sido el partido más votado, nada hay que
pensar; los resultados avalan lo hecho y lo que está por hacer, reafirman la
valía del candidato, ratifican la gestión del gabinete y santifican la
corrupción (ego te absolvo a peccatis
tuis), así que para qué pensar en cambiar algo, que, por principio, está
contraindicado en un partido conservador. Pero veamos cuáles han podido ser las
razones de los votantes de la derecha.
Por lo que se refiere a los efectos de las antipopulares medidas
del Gobierno en el campo económico, se debe señalar que hay muchísima gente muy
poco o muy mal informada, o claramente seducida por la propaganda gubernamental,
que ha asumido el tópico infundado de que la derecha gestiona la economía mejor
que la izquierda. Otras muchas personas no relacionan la mengua de salarios y
pensiones, el paro y la precariedad en el empleo, el aumento de la pobreza y la
desigualdad, los recortes y copagos y su peor calidad de vida con las medidas
del Gobierno, porque no perciben que el PP actúe con sesgados criterios de
clase. Por otra parte, el Gobierno ha procurado aparecer como víctima de una
situación muy adversa, efecto de la herencia recibida de Zapatero, un argumento
no combatido lo suficiente por el PSOE, y de las decisiones de la Unión Europea,
así que Rajoy, pensando en el bien de España (el patriotismo que no falte) ha
hecho lo que ha podido -“gobernar no es fácil”, dice en cuanto puede- para
enmendar una situación muy difícil, y lo que ha conseguido es bastante, aunque
no suficiente, por lo cual hay que seguir con la misma receta y rechazar
cualquier otra que lo pueda poner en peligro y hacer retroceder el país a los
tiempos de Zapatero. Ese es el miedo sembrado y a la vez la esperanza que lo
acompaña: de la crisis se puede salir… si Rajoy sigue gobernando.
Otro
asunto que hace difícil entender el aumento del voto al PP el 26 de junio son
los casos de corrupción que afectan al partido de la derecha, que no han cesado
de aparecer desde el 20-D en tramas cada vez más extensas y complejas.
Para
los votantes de la derecha, la intención del PP de extender la corrupción a
todos los demás partidos (la condición humana), los desmentidos, la protección
a los corruptos, la lentitud del Gobierno y de la propia administración de la
justicia, los delitos que prescriben o el trato benevolente otorgado a los políticos
corruptos (que no son considerados delincuentes como otros), suscitan en los
votantes de la derecha la impresión de que las denuncias de corrupción son
campañas de desprestigio de la izquierda, que acaban en nada, pues al final, los
corruptos están en la calle o son condenados a penas muy leves, cuando no han
prescrito los delitos que se les imputan o directamente se han archivado los
casos.
Por lo cual, entre los
votantes del Partido Popular hay distintos niveles de apoyo: los ignorantes y
desinformados, los confiados en la buena voluntad de Rajoy del PP, los
desentendidos, los agradecidos y los cómplices, los que sí saben y no sólo no
les importa, sino que defienden tal estado de cosas por propia conveniencia y
convicción.
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