Good morning, Spain, que es different
Se ha celebrado el referéndum interno de
Podemos sin sorpresa en el resultado, como era de esperar. Los 150.000
participantes de los 394.000 inscritos en el censo han ejercido su derecho a
decidir ratificando por amplia mayoría -el 88% ha dicho No a un pacto con PSOE-Cs; y el 92% Sí a
un pacto con En Comú Podem y En Marea- lo que ya había decidido de antemano la Dirección
y antes, su máximo dirigente.
El refrendo ha sido, en primer lugar, más un
plebiscito sobre la decisión de Pablo Iglesias de no pactar con el PSOE y
Ciudadanos, que una verdadera consulta sobre el camino a tomar, porque el
camino ya estaba trazado desde el momento en que Iglesias, en una jugada digna
de Juego de Tronos, tras visitar la Zarzuela se anticipó a Sánchez ofreciéndole
en bandeja la composición de un gobierno en el que él, personalmente, se
reservaba una importante parcela de poder.
El camino ya estaba emprendido, cuando
Iglesias, en una desafortunada réplica en el Congreso, acusó al PSOE de tener
las manos manchadas de cal viva aludiendo al asesinato de los etarras Lasa y Zabala
a manos de los GAL, en tiempos de Felipe González, lo cual no predispone,
precisamente, a negociar, aunque sea cierto que el venerable jarrón chino del
PSOE muestra una particular inquina hacia Podemos. Y finalmente, el camino en
solitario estaba no sólo emprendido sino avanzado, cuando tras mucha retórica,
los dirigentes de Podemos se reunieron con los del PSOE y Cs y dieron por concluidas
las conversaciones sin esperar siquiera la respuesta de sus interlocutores a
las veinte cuestiones planteadas en la reunión.
El refrendo ha sido también un aval a la drástica
intervención de Pablo Iglesias en los problemas internos de Podemos, depuraciones
incluidas. Por lo cual, ante las inapelables decisiones del líder supremo, se echa
de menos en el partido promotor de la nueva política la intervención de órganos
colegiados propios de los partidos de la vieja izquierda, como el Comité Central,
el Comité Ejecutivo o incluso el Politburó, ¡qué menos que un Politburó actuando
de manera ejecutiva! Si la alternativa al denostado centralismo democrático es
emular la figura del Gran Timonel, no hacen falta tantas alharacas sobre la
renovación política.
Finalmente, la convocatoria del refrendo se
puede interpretar como el intento de Iglesias de esconder sus errores a la hora de
encarar la negociación para formar gobierno, endilgando a las bases del partido
la responsabilidad que a él le corresponde.
Porque un error mayúsculo es no haber dado con el
procedimiento adecuado para formar un gobierno que sustituya al de Rajoy. La
estrategia basada en la retórica, en marcar unas intraspasables líneas rojas,
que luego no eran tan rojas, en generar muchos titulares de prensa y en marear
la perdiz, ha sido equivocada. Los amagos de tender la mano y los golpes de
efecto para situarse bajo los focos se han quedado en eso, en golpes de efecto,
en titulares de un día y en ruido en los foros y poco más. Tampoco las
intervenciones entre la lírica y la ofensa, entre amor y el desprecio, asumiendo el doble papel
de policía bueno y de policía malo, porque la inicial propuesta de gobierno,
con la reserva de la vicepresidencia, y la alusión a la cal viva marcaban un
punto de difícil retorno.
La mención de la cal viva fue una equivocada
maniobra naval de Juego de tronos que enardeció a las bases más fanáticas de
Podemos y afectó, de momento, al adversario pero le enconó a largo plazo y, de
rebote, obligó al propio Iglesias a quemar sus naves, pues, siendo coherente
con lo dicho, en el hipotético caso de recibir la oferta de participar en un gobierno de coalición con
el PSOE, supondría tener que rechazar la vicepresidencia para no convertirse en
cómplice de un Ejecutivo maculado con sangre.
Resumiendo; hasta ahora, la postura de Podemos de
cara a formar gobierno ha sido un colosal error de estrategia, pues mientras Iglesias
emulaba Juego de Tronos, el pragmático exempleado de banca trataba de cerrar
una operación política amarrando a su socio por medio de un contrato leonino. Ante
un Sánchez colocado por los suyos entre dos fuegos, Iglesias no le ha sabido atraer hacia su lado, obligando al PSOE a ceder en su programa en favor del
de Podemos, sino a ceder en favor del de Ciudadanos; ha forzado tanto la
jugada, que ha arrojado a su posible socio en brazos de su adversario, que ha
recibido el regalo con los suyos bien abiertos.
Iglesias,
entretenido en lo lúdico, ha subestimado lo fáctico, el hecho consumado del
pacto firmado por Sánchez y Rivera, que convertía a esa coalición en la fuerza más votada en diciembre, y que después se ha revelado muy difícil de romper
o de rehacer. Cierto es que luego ha intentado remediarlo, pero ya ha sido demasiado tarde.
La primera intención es la que vale y se le había pasado el turno, con lo cual
lo que le quedaba por hacer era aparentar que quería el pacto más que nadie,
pero, en realidad, encaminarse hacia unas nuevas elecciones, con la esperanza de obtener más respaldo electoral del que hoy tiene. Lo cual no está asegurado.
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