miércoles, 20 de abril de 2016

Lo lúdico y lo fáctico

Good morning, Spain, que es different

Se ha celebrado el referéndum interno de Podemos sin sorpresa en el resultado, como era de esperar. Los 150.000 participantes de los 394.000 inscritos en el censo han ejercido su derecho a decidir ratificando por amplia mayoría -el 88% ha dicho No a un pacto con PSOE-Cs; y el 92% Sí a un pacto con En Comú Podem y En Marea- lo que ya había decidido de antemano la Dirección y antes, su máximo dirigente.
El refrendo ha sido, en primer lugar, más un plebiscito sobre la decisión de Pablo Iglesias de no pactar con el PSOE y Ciudadanos, que una verdadera consulta sobre el camino a tomar, porque el camino ya estaba trazado desde el momento en que Iglesias, en una jugada digna de Juego de Tronos, tras visitar la Zarzuela se anticipó a Sánchez ofreciéndole en bandeja la composición de un gobierno en el que él, personalmente, se reservaba una importante parcela de poder.
El camino ya estaba emprendido, cuando Iglesias, en una desafortunada réplica en el Congreso, acusó al PSOE de tener las manos manchadas de cal viva aludiendo al asesinato de los etarras Lasa y Zabala a manos de los GAL, en tiempos de Felipe González, lo cual no predispone, precisamente, a negociar, aunque sea cierto que el venerable jarrón chino del PSOE muestra una particular inquina hacia Podemos. Y finalmente, el camino en solitario estaba no sólo emprendido sino avanzado, cuando tras mucha retórica, los dirigentes de Podemos se reunieron con los del PSOE y Cs y dieron por concluidas las conversaciones sin esperar siquiera la respuesta de sus interlocutores a las veinte cuestiones planteadas en la reunión.
El refrendo ha sido también un aval a la drástica intervención de Pablo Iglesias en los problemas internos de Podemos, depuraciones incluidas. Por lo cual, ante las inapelables decisiones del líder supremo, se echa de menos en el partido promotor de la nueva política la intervención de órganos colegiados propios de los partidos de la vieja izquierda, como el Comité Central, el Comité Ejecutivo o incluso el Politburó, ¡qué menos que un Politburó actuando de manera ejecutiva! Si la alternativa al denostado centralismo democrático es emular la figura del Gran Timonel, no hacen falta tantas alharacas sobre la renovación política.
Finalmente, la convocatoria del refrendo se puede interpretar como el intento de Iglesias de esconder sus errores a la hora de encarar la negociación para formar gobierno, endilgando a las bases del partido la responsabilidad que a él le corresponde.
Porque un error mayúsculo es no haber dado con el procedimiento adecuado para formar un gobierno que sustituya al de Rajoy. La estrategia basada en la retórica, en marcar unas intraspasables líneas rojas, que luego no eran tan rojas, en generar muchos titulares de prensa y en marear la perdiz, ha sido equivocada. Los amagos de tender la mano y los golpes de efecto para situarse bajo los focos se han quedado en eso, en golpes de efecto, en titulares de un día y en ruido en los foros y poco más. Tampoco las intervenciones entre la lírica y la ofensa,  entre amor y el desprecio, asumiendo el doble papel de policía bueno y de policía malo, porque la inicial propuesta de gobierno, con la reserva de la vicepresidencia, y la alusión a la cal viva marcaban un punto de difícil retorno.
La mención de la cal viva fue una equivocada maniobra naval de Juego de tronos que enardeció a las bases más fanáticas de Podemos y afectó, de momento, al adversario pero le enconó a largo plazo y, de rebote, obligó al propio Iglesias a quemar sus naves, pues, siendo coherente con lo dicho, en el hipotético caso de recibir la oferta  de participar en un gobierno de coalición con el PSOE, supondría tener que rechazar la vicepresidencia para no convertirse en cómplice de un Ejecutivo maculado con sangre.
Resumiendo; hasta ahora, la postura de Podemos de cara a formar gobierno ha sido un colosal error de estrategia, pues mientras Iglesias emulaba Juego de Tronos, el pragmático exempleado de banca trataba de cerrar una operación política amarrando a su socio por medio de un contrato leonino. Ante un Sánchez colocado por los suyos entre dos fuegos, Iglesias no le ha sabido atraer hacia su lado, obligando al PSOE a ceder en su programa en favor del de Podemos, sino a ceder en favor del de Ciudadanos; ha forzado tanto la jugada, que ha arrojado a su posible socio en brazos de su adversario, que ha recibido el regalo con los suyos bien abiertos.
Iglesias, entretenido en lo lúdico, ha subestimado lo fáctico, el hecho consumado del pacto firmado por Sánchez y Rivera, que convertía a esa coalición en la fuerza más votada en diciembre, y que después se ha revelado muy difícil de romper o de rehacer. Cierto es que luego ha intentado remediarlo, pero ya ha sido demasiado tarde. La primera intención es la que vale y se le había pasado el turno, con lo cual lo que le quedaba por hacer era aparentar que quería el pacto más que nadie, pero, en realidad, encaminarse hacia unas nuevas elecciones, con la esperanza de obtener más respaldo electoral del que hoy tiene. Lo cual no está asegurado.


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