viernes, 2 de octubre de 2015

"Casta"

 Apropósito de una opinión sobre "Podemos".

Ni siquiera son los "inventores de la casta", sí que han utilizado el término con éxito, pero ya había sido utilizado antes. Entre otros, por un servidor, en el capítulo "Muerte de la pasión política" de la obra colectiva: "Imaginación democrática y globalización" (La catarata, Madrid, 2001). 
Dice así: "con harta frecuencia la clase política ha dado muestras de ser una casta con intereses propios, distintos de los del resto de los ciudadanos, y de regirse por normas morales y jurídicas también distintas (y a veces contrarias) de las generales, cuando en buena hora, y viniendo de donde venimos, debiera ocurrir todo lo contrario: que la clase política diera claro ejemplo de estricta observancia de las normas, sobre todo de las legales, del que pudieran aprender los demás ciudadanos. 
Muy al contrario, los múltiples resortes para burlar la vigilancia ciudadana que ofrece una administración del Estado lenta, compleja y opaca en todos sus niveles, sirven de pantalla para encubrir una práctica morosa, viciada y autoritaria del servicio público y de valladar tras el que se ocultan los desafueros de la clase gobernante, la molicie de la burocracia y el ejercicio negligente de sus cometidos".

Ahí va otra cita sobre el mismo tema: "Una de las características más paradójicas de la generación que protagonizó la transición democrática y que, sobre todo, llevó a cabo su consolidación a lo largo de los años 80, era precisamente su ausencia de un concepto radical de democracia. La generación de los sesenta era revolucionaria, nunca fue una generación democrática. Su santo y seña eran las vanguardias, no un concepto empírico de pedagogía social. Sus estrategias predilectas se centraban en acciones ejemplares, emblemáticas y violentas. Jamás crearon modelos imaginativos de participación social. Su filosofía de la vida estaba más cerca de renovados símbolos y de discursos heroicos, que de una ética del diálogo y la construcción. Su discurso político fue radical y totalizador, incluso allí donde tuvo que asumir su postrer gesto de investidura y claudicación de principios: el abandono de facto de las doctrinas sociales carismáticas que les legitimaron primero como élite socialista y más tarde como casta política. (E. Subirats: "Después de la lluvia", 1993, p. 57).

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