martes, 6 de octubre de 2015

Andrea (II)

A propósito de Andrea.
La cordura, por medio de una decisión judicial, se ha impuesto y la niña Andrea Lago podrá esperar la muerte serenamente y sin dolor.
La constancia de sus padres por hacer valer sus derechos como paciente (Ley 41/2002), el apoyo del comité de ética del hospital, la decisión del juez, el cese de la Consejera de Sanidad de la Xunta, que respaldaba a los médicos, y la consiguiente repercusión en la prensa -¡el qué dirán!- han llevado al equipo médico a aceptar lo inevitable y lo razonable y a retirar los artificios que la mantenían con vida y sedarla, esperando que la naturaleza decida el momento de morir.
En esta época, cuando se alardea tanto de patriotismo, sería conveniente que muchos ciudadanos, incluidos bastantes de los que gobiernan, consideraran cuál es su verdadera patria, si es España o es el Vaticano, y sopesaron a quién deben su lealtad, si a las leyes del Estado o a los dogmas de la Curia. Y sería muy bueno para la convivencia, que una vez aclaradas estas cuestiones y decantados por una opción sincera en cualquiera de los dos sentidos, los que se consideraran antes miembros de la Ciudad de Dios que de la Ciudad de los Hombres, por expresarlo en términos agustinianos, abandonaran los cargos públicos, regidos por normas civiles, y se entregaran a la defensa de la fe con el fervor de cruzados, si ese es su deseo, pero emprender o continuar cruzadas desde un cargo público no es de recibo.

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