miércoles, 7 de octubre de 2015

Rajoy y la corrupción

Good morning, Spain, que es different

Rajoy atribuyó el descalabro del Partido Popular en las elecciones municipales y autonómicas del pasado mayo a que la corrupción (de su partido) había estado muy presente en los medios de información, sobre todo en las televisiones. Ahora, ante otro revés electoral en ciernes, Rajoy se lamenta con la boca pequeña de que en el PP no han sido suficientemente rápidos y diligentes en actuar contra la corrupción. 
Es la disculpa que toca exhibir, con gesto falsamente contrito, a dos meses de las elecciones que le pueden echar de la Moncloa; otra mentira, a ver si hay alguien que se la crea.
La verdad de lo sucedido en estos cuatro años de Gobierno es muy otra, que no agota, además, el tema. Las sospechas de corrupción empiezan mucho antes, en 1989, con Aznar recién llegado a Secretaría General del Partido y Rosendo Naseiro como tesorero, implicado en un caso de presunta corrupción, que fue sobreseído a pesar de la abundancia de pruebas por un (presunto) defecto de forma en la instrucción del juez Manglano, lo cual abrió al Partido Popular un camino de impunidad para financiarse ilegalmente.
Aznar coronó esta primera victoria de la corrupción sobre la administración de justicia, a la que seguirían otras, con la rotunda frase “el Partido Popular es incompatible con la corrupción”, sobre la que se construyó la leyenda del PP como un partido de personas honradas y profesionalmente bien preparadas, que, a diferencia del PSOE, estigmatizado con la muletilla de “paro, despilfarro y corrupción”, les habilitaba como buenos gestores. Pretensión que, como se ha visto después, era pura propaganda, pues ni son ni han sido buenos gestores para los intereses de España, aunque sí han trabajado a fondo para los sectores más ricos de la población, para los oligopolios y las grandes empresas (son el partido del Ibex 35), ni desde luego han sido honrados, pues están salpicados de casos de corrupción en todos los niveles de la administración -local, central, insular o autonómica-, aunque las maniobras dilatorias y la lenta y viciada administración de la justicia puedan haber ayudado a difuminar esa impresión.
Pero han sido muy diligentes en elaborar instrucciones para ocultar la corrupción que se han aplicado de forma jerárquica en todo el Partido y en todos los lugares donde han tenido responsabilidades de gobierno, y han sido ágiles y rápidos en gobernar con opacidad, mentir, insultar y acusar a quienes se la han señalado, negar información, simular que legislan contra ella, guardar silencio, utilizar eufemismos y desmentidos, hacerse los tontos, eliminar pruebas, evitar registros, amparar corruptos, mantener imputados, rechazar preguntas, vetar comparecencias, impedir comisiones de investigación, presionar a magistrados, cambiar jueces y mandos de la policía y poner a trabajar a los plumillas de su aparato de propaganda, formado por medios de información públicos y privados.
Esperemos que, a la hora de votar, la gente no olvide todo ese esfuerzo realizado para evitar que resplandezca la verdad.

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