Good morning, Spain, que es different
Rajoy
atribuyó el descalabro del Partido Popular en las elecciones municipales y autonómicas del pasado
mayo a que la corrupción (de su partido) había estado muy presente en los
medios de información, sobre todo en las televisiones. Ahora, ante otro revés
electoral en ciernes, Rajoy se lamenta con la boca pequeña de que en el PP no
han sido suficientemente rápidos y diligentes en actuar contra la corrupción.
Es la disculpa que toca exhibir, con gesto falsamente contrito, a dos meses de
las elecciones que le pueden echar de la Moncloa; otra mentira, a ver si hay
alguien que se la crea.
La
verdad de lo sucedido en estos cuatro años de Gobierno es muy otra, que no agota,
además, el tema. Las sospechas de corrupción empiezan mucho antes, en 1989, con
Aznar recién llegado a Secretaría General del Partido y Rosendo Naseiro como
tesorero, implicado en un caso de presunta corrupción, que fue sobreseído a
pesar de la abundancia de pruebas por un (presunto) defecto de forma en la
instrucción del juez Manglano, lo cual abrió al Partido Popular un camino de
impunidad para financiarse ilegalmente.
Aznar
coronó esta primera victoria de la corrupción sobre la administración de justicia,
a la que seguirían otras, con la rotunda frase “el Partido Popular es
incompatible con la corrupción”, sobre la que se construyó la leyenda del PP
como un partido de personas honradas y profesionalmente bien preparadas, que, a
diferencia del PSOE, estigmatizado con la muletilla de “paro, despilfarro y
corrupción”, les habilitaba como buenos gestores. Pretensión que, como se ha
visto después, era pura propaganda, pues ni son ni han sido buenos gestores
para los intereses de España, aunque sí han trabajado a fondo para los sectores
más ricos de la población, para los oligopolios y las grandes empresas (son el
partido del Ibex 35), ni desde luego han sido honrados, pues están salpicados
de casos de corrupción en todos los niveles de la administración -local, central,
insular o autonómica-, aunque las maniobras dilatorias y la lenta y viciada
administración de la justicia puedan haber ayudado a difuminar esa impresión.
Pero
han sido muy diligentes en elaborar instrucciones para ocultar la corrupción que se han aplicado de forma jerárquica en todo el Partido y en todos los
lugares donde han tenido responsabilidades de gobierno, y han sido ágiles y
rápidos en gobernar con opacidad, mentir, insultar y acusar a quienes se la han señalado, negar información, simular que
legislan contra ella, guardar silencio, utilizar eufemismos y desmentidos, hacerse
los tontos, eliminar pruebas, evitar registros, amparar corruptos, mantener
imputados, rechazar preguntas, vetar comparecencias, impedir comisiones de
investigación, presionar a magistrados, cambiar jueces y mandos de la policía y
poner a trabajar a los plumillas de su aparato de propaganda, formado por
medios de información públicos y privados.
Esperemos
que, a la hora de votar, la gente no olvide todo ese esfuerzo realizado para evitar
que resplandezca la verdad.
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