lunes, 19 de octubre de 2015

Pablo, Pablo,

Good morning, Spain, que es different

Pablo, Pablo, ¿por qué nos defraudas?

Me defraudó anoche Pablo Iglesias en el debate con Albert Rivera, moderado e incentivado por Jordi Evole. Me dio la impresión de que Iglesias siguió a Rivera en algunos de los tópicos más manidos del neoliberalismo, en vez de desmontárselos. Le faltó artillería pesada en temas que eran importantes.
Por ejemplo, en el tema de los sueldos, del salario mínimo interprofesional, de la renta mínima garantizada y de los impuestos, Rivera aludió a la eficaz muletilla de que primero hay que crear la riqueza y luego repartirla. Estuvo de acuerdo con Iglesias en repartirla mejor, pero defendió que lo prioritario era crearla.
La respuesta apropiada hubiera sido:
A) Hay ya mucha riqueza creada, pero muy mal repartida. Y no sólo eso sino que el Gobierno, por medio de las privatizaciones, está entregando riqueza acumulada durante años, que son los bienes y servicios del Estado, patrimonio común de todos los españoles, a grandes grupos empresariales y a chiringuitos de parientes y amigotes. Hay mucha riqueza en España y cada vez más concentrada; ha aumentado la desigualdad, hay transferencia de rentas desde las clases bajas hacia las altas, ayudas de fondos públicos a monopolios y oligopolios y a sanear bancos y cajas de ahorros mal gestionadas (auténticos desfalcos); hay nuevos millonarios con la crisis mientras crecen la pobreza y la marginación. La política del PP ha sido concentrar la riqueza en menos manos, favorecer a quienes ya eran ricos y hacer ricos a los que estaban cerca de serlo. Digo yo que con esa riqueza habrá que contar, no sólo con la que se genere en el futuro.
B) Hay que rescatar parte de esa riqueza creada y ocultada al fisco, hacer aflorar el dinero negro, perseguir el fraude fiscal, subir los impuestos a las grandes fortunas y a las grandes empresas, para que paguen al menos como las pequeñas.
C) No malgastar la riqueza existente de manera legal, con el despilfarro público en obras inútiles, edificios emblemáticos, instalaciones infrautilizadas, infraestructuras faraónicas (líneas del AVE y supresión de trenes ordinarios, autovías de peaje sin coches, aeropuertos sin aviones, bibliotecas sin libros, centros culturales sin cultura, polideportivos sin deporte, hospitales inaugurados y abandonados, etc, etc.). Y de manera ilegal, persiguiendo, de verdad, la corrupción política y empresarial.
D) ¿Hay que crear riqueza? Claro. De acuerdo con Rivera en esto, pero no como él lo concibe. Rivera defendió un capitalismo de mercado, que sólo existe en su imaginación.  
Hay que crear riqueza, pero ¿en qué condiciones? ¿Sobre la base de hacer continuas reformas del “mercado laboral” y ninguna del “mercado gerencial”? ¿De hacer que la productividad descanse sólo en los bajos salarios, en los contratos temporales, en empleos que son basura, en facilitar el despido, en largas jornadas laborales, en la desprotección de los trabajadores, en facilitar que las empresas se descuelguen de los convenios y así sucesivamente?
Hay que crear riqueza, sí, pero sin trampas; hay que producir con dignidad para los trabajadores y exigiendo responsabilidad a los empresarios, porque las empresas tienen una función social que no es sólo generar dinero a sus directivos y propietarios.
E) Iglesias no combatió el discurso sobre la competitividad de Rivera. Competitividad es una palabra engañosa que encubre trampas, fraudes, ayudas del Estado, pactos bajo cuerda y condiciones de trabajo vejatorias para niños y adultos. Competencia es una palabra mágica, que se utiliza como credencial de ser razonable y sensato en materia económica, pero en realidad es algo que nadie desea: las pequeñas empresas son proteccionistas por naturaleza, porque no pueden competir con las grandes; y las grandes empresas a lo que aspiran no es a competir, sino a dejar de competir y a controlar el mercado por medio del monopolio. La meta no es competir sino dominar.

G) En esta sociedad sobra competitividad y falta cooperación.

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