miércoles, 20 de septiembre de 2023

Allende. Chile (1). El “golpe militar”.

Hace 50 años, una insubordinación del ejército regular derrocó violentamente el gobierno legal y democrático de Chile, presidido por el socialista Salvador Allende.

El golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 culminó la estrategia de oposición puesta en marcha por las fuerzas reaccionarias, con apoyo privado y gubernamental norteamericano, aún antes de la llegada de Allende al gobierno de Chile en octubre de 1970.

El “cuartelazo”, dirigido por un triunvirato -el vicealmirante José Toribio Merino, el comandante Gustavo Leigh y el general Augusto Pinochet, que lo presidía-, fue muy violento. El palacio presidencial de La Moneda, en Santiago de Chile, fue atacado con aviones mientras los defensores sólo disponían de armas ligeras; allí falleció Allende, junto a otros de sus colaboradores, asesinados por las tropas que conquistaron el edificio. No hubo compasión para los vencidos, ni la habría para sus seguidores a lo largo de muchos años.

La represión militar y policial, ideológicamente justificada por la propaganda anticomunista y la defensa de la patria, y técnicamente bien organizada por la asistencia de la CIA, se dirigió de inmediato contra los seguidores de la Unidad Popular -partidos, sindicatos, asociaciones y movimientos populares-, y contra los lugares desde donde podían hacer frente a los golpistas -universidades, fábricas y barrios obreros-, pero, en poco más de una semana, la sistemática y brutal actuación del ejército sembrando el terror acabó con la resistencia de los trabajadores y de las clases populares rurales y urbanas, que fueron tratadas como enemigos.

Desde entonces, la disidencia al autoritario y restaurador programa de los privilegios de las clases altas chilenas y de los intereses extranjeros, aplicado por la Junta Militar, fue perseguida de forma implacable y, bajo un toque de queda que duró casi diez años, la izquierda, diezmada y, en buena parte, confundida, se vio obligada a realizar su oposición desde la clandestinidad. Hasta el año 1990, en que Pinochet dejó el poder, Chile padeció una cruel dictadura, cuyos efectos políticos y económicos aún se perciben en un país profundamente dividido. 

El ”golpe” de Pinochet no fue el primero ni el último en América Latina, donde los violentos cambios de gobierno han sido frecuentes -la vecina Bolivia ha soportado más de 150 “cuartelazos”-, pero sí tuvo rasgos peculiares, no sólo porque las fuerzas armadas rompieron una tradición que era de las menos intervencionistas de América, aunque su neutralidad y el respeto al régimen democrático era más bien hipotética, sino por la estructura del país y el grado de desarrollo, que era de los más altos de América Latina, y, sobre todo, por el intento del gobierno de izquierda de afirmar la soberanía nacional recuperando fuentes de la riqueza nacional en manos de empresas extranjeras, en particular, inglesas y norteamericanas, para formar parte del sector económico del Estado, en un camino nuevo, democrático y pacífico hacia el socialismo, construido con sucesivas reformas y alejado de la vía armada, que había recibido un respaldo importante en parte de las fuerzas de la izquierda mundial.

El golpe militar en Chile no fue un acontecimiento aislado, sino que formó parte de un proceso que había empezado antes como estrategia de Washington hacia América Latina; confirmó la tendencia imperialista del poderoso vecino del norte y significó el final de un proyecto político alternativo a la vía armada; un experimento violentamente abortado, en definitiva, que aportó también algo nuevo, pero no bueno, que fue la aplicación manu militari del catecismo económico neoliberal, salido de un laboratorio universitario de Chicago y aplicado por diligentes pupilos del profesor Milton Friedman para demostrar a los inversores las ventajas del mercado sin reglas, que era el envoltorio académico con que se hacía presentable el capitalismo salvaje, aplicado con todo rigor sobre la aterrorizada población de un país sometido a un estado de excepción permanente.  

El “tancazo” confirmó la importancia de decisiones estratégicas adoptadas lejos de Chile, en el contexto de la “guerra fría”, y, a la vez, atizó el debate teórico en las izquierdas americanas y europeas sobre las vías posibles para llegar al socialismo; un tema hoy desaparecido de las agendas.

Para entender mejor las circunstancias que rodearon el ascenso y fracaso del programa de la Unidad Popular y los efectos del cuartelazo que acabó con él, es preciso retroceder en el tiempo, porque su historia empieza más atrás, mucho antes del triunfo electoral de la Unidad Popular, y en otro escenario. Lo veremos en la siguiente entrega.

9/9/2023. Para El obrero

 


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