jueves, 20 de julio de 2023

Ciao, Silvio. Hasta nunca

El pasado 12 de junio falleció el conocido empresario y político populista italiano. Ahí van unos fragmentos del artículo “Razones de la victoria electoral de Berlusconi”, sobre su primera victoria electoral y los signos que apuntaban un cambio político en Italia.

El quinto de los factores que explican la victoria de Forza Italia es la conversión de los partidos políticos en máquinas electorales. Para ganar elecciones y gobernar no es preciso que un partido esté presente en el tejido de la sociedad civil, sino que cuente con un grupo decidido de personas, con el dinero necesario -o sea capaz de conseguirlo (uno de los orígenes de la corrupción política) o de endeudarse (con la banca o con quien sea)- y poner en marcha campañas para crear y difundir una imagen y un discurso peculiares.

Si, antes, el partido era una máquina al servicio de unas ideas y los medios de comunicación eran un instrumento más al servicio de ese ideario, ahora, que ya no hay ideas, o al menos grandes ideas, sino que "el medio es el mensaje", como decía McLuhan; y el mensaje es la propia maquinaria funcionando como espectáculo.

Esto es claro en el caso de Berlusconi, donde ya ha desaparecido hasta el partido que utiliza los medios de comunicación, sino que éstos son el partido. Igualmente, se confirma hasta el paroxismo la tendencia de los partidos a ser agrupaciones de notables, pocas personas que manejan muchos medios: en el caso de Silvio Berlusconi el partido se reduce a él, a Tele5 y a las empresas adyacentes que le han permitido montar un "partido" en pocos meses sobre la base de una red empresarial y de un equipo de fútbol.

Como vamos viendo, las citadas tendencias de las sociedades modernas se han convertido en factores que han jugado a favor de Berlusconi: la trivialización de la política, la personalización (Berlusconi es popular por su condición de empresario, amo de la comunicación y presidente del club de fútbol más potente de Italia) y las corrientes neoliberales que abogan por gestionar el Estado con los criterios de una empresa privada.  

Pese a ser un novato en el campo de la política, Berlusconi ha sabido convertir ese obstáculo en un factor favorable apoyándose en un principio esencial del periodismo: el valor de lo nuevo (no de lo mejor) frente a lo viejo, y, ante el descrédito de gran parte de la clase política y el aura que el neoliberalismo ha concedido a los empresarios como buenos gestores y creadores de riqueza, y en la idea de que un empresario lo hará mejor que los políticos profesionales.

Por lo que se refiere a los mensajes difundidos en la campaña electoral, el amo de Tele5 se ha acomodado a los gustos de una audiencia -que él, a través de sus empresas de comunicación y publicidad, ha contribuido a moldear- como si se tratara de vender un producto: ha contado a los italianos las cosas agradables que querían oír.

El nombre de su "partido", tomado de un grito deportivo ("Forza Italia" es algo así como "Aúpa España"), no va destinado al zoon politikón aristotélico, sino a los "tifosi", a los "hinchas", y, en consecuencia, su elemental mensaje, también.

Ante una Italia golpeada por la crisis económica y política, por el paro, atónita ante la extensión del fenómeno de la corrupción y (des)gobernada por un Estado caro e ineficaz, Berlusconi y sus compañeros de coalición -Bossi (Liga Norte) y Fini (Alianza Nacional)-, con un lenguaje exultante que indicaba seguridad en la victoria, han prometido puestos de trabajo (Berlusconi ha dicho que pediría a sus amigos empresarios que crearan un millón de empleos), rebajar los impuestos, una administración más ágil y barata. No han dicho cómo iban a hacerse realidad semejantes sueños, ni han hablado de los costes -eso se deja para la izquierda-; simplemente han prometido.

La manera de presentar tales promesas también ha sido "berlusconiana": nada de apariciones en público -sólo ha aparecido por televisión- ni de entrevistas, ni argumentaciones complejas, ni debates políticos (el único, con Occhetto, en el que éste perdió la ocasión de desenmascarar a Berlusconi) sino monólogos, arengas y disquisiciones de personajes famosos en solitario o la consigna de votar al "padrone" repetida de forma incansable en toda la programación de sus canales de televisión (por ejemplo, la cantante Iva Zanicchi en la versión italiana del programa El precio justo).

Sin embargo, la campaña electoral de Forza Italia ha sido políticamente eficaz, pues, a lo dicho, hay que unir el uso paradójico que ha hecho Berlusconi de viejas ideas con otro envoltorio. El nuevo envoltorio -jovencitas ligeras de ropa, alegría, fiesta, consumismo, luces, música, lentejuelas, concursos y trivialidades- contiene un discurso arcaico: el anticomunismo. Berlusconi y sus socios han aprovechado ese viejo mensaje de la Democracia Cristiana combinándolo con el discurso sobre la privatización de áreas de la vida pública y la exhibición en Tele5 de la vida privada como espectáculo.

No hay comunismo en Italia -la reconversión del Partido Comunista de Italia en Partido Democrático de la Izquierda (Partito Democrático de Sinistra) adaptó la imagen del partido de Togliatti a un contenido que ya tenía-, ni hay comunismo en Europa, pero el mensaje anticomunista sigue dando buen resultado.

En el plano de los hechos cotidianos que conforman el contexto en el que se han celebrado las elecciones, hay que citar un factor decisivo que ha favorecido la victoria de la derecha en Italia: el imparable declive de la izquierda.

J.M. Roca. Iniciativa socialista, invierno de 2003.

Madrid, 14 de junio de 2023

 

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