Con el triunfo de la moción de censura promovida
por el PSOE contra Mariano Rajoy, una ráfaga de aire fresco ha entrado en el
Congreso, en la Moncloa y también en la
vida política nacional, que esperemos acabe expulsando el hedor desprendido
durante tanto tiempo por los gobiernos del Partido Popular.
La
situación, estable hace apenas
unos días al aprobarse los Presupuestos Generales del Estado, ha cambiado por
completo, y la buena suerte, que parecía asegurar que el inane gobierno de Rajoy
pudiera terminar, trampeando, la legislatura, le ha vuelto repentinamente la
espalda tras conocerse la sentencia judicial sobre el caso “Gurtel”.
La
sentencia hubiera sido un mazazo para cualquier gobierno, pero más para este
por sus antecedentes y por el momento en que se produjo. Dos días antes de
conocerse, era detenido Eduardo Zaplana, ex presidente de la Comunidad
Valenciana, que ha sido otro de los centros neurálgicos de la corrupción del PP.
Zaplana, presidente en los años de opacidad y despilfarro (1995-2002), cuando
el Turia no era de plata, como dice el himno, sino de oro, ha sido acusado de
blanqueo y delito fiscal al tratar de repatriar, desde Panamá, 10,5 millones de
euros procedentes, presuntamente, del cobro de sobornos durante su mandato (en la madre patria).
Ese
mismo día, el Tribunal de Cuentas volvía a señalar irregularidades en la
contabilidad de la Ciudad de la Justicia de Madrid. El apenas iniciado proyecto
faraónico de Esperanza Aguirre (un edificio, de los doce previstos, unidos por casi
dos kilómetros de túneles asfaltados), que hasta el momento ha tenido 105
millones de euros tirados de forma inútil en boato, promoción, contratos
dudosos, sueldos exagerados a amigos y conocidos y otros gastos por justificar,
ya que han desaparecido las correspondientes facturas.
Un día
después de conocerse la sentencia del caso “Gurtel”, un juez de Madrid anuló la
venta de 2.935 pisos del Instituto de la Vivienda de Madrid (IVIMA), realizada
en 2013, durante el mandato de Ignacio González (implicado en el caso “Lezo”),
a un fondo de inversión de los llamados “buitres” por la módica cantidad de 211
millones de euros.
Todo
esto ocurría poco después del turbio asunto del (presunto) máster de Cristina Cifuentes
y del episodio del bolso, que determinaron su dimisión de la Presidencia de la
Comunidad de Madrid y el final de su carrera política, y a un mes escaso de que el Consejo de Europa solicitara al senador del PP, Pedro Agramunt, su dimisión en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa por corrupción.
Con
toda su importancia, la sentencia sobre “Gurtel” no zanja las cuentas
pendientes del PP con la justicia, pues le aguarda un rosario de casos, que
llegan a la treintena, entre ellos los referidos a espesas tramas como
“Púnica”, “Lezo” y “Taula”.
Desde el punto de vista judicial, el año 2018 empezó bastante mal para el PP: en enero figuraban imputados 4 ex ministros, 6 ex presidentes de comunidades autónomas, 5 ex presidentes de diputaciones, 5 diputados nacionales, 18 consejeros de comunidades autónomas, 3 ex tesoreros nacionales y hasta 800 concejales y cargos políticos de menos nivel.
Desde el punto de vista judicial, el año 2018 empezó bastante mal para el PP: en enero figuraban imputados 4 ex ministros, 6 ex presidentes de comunidades autónomas, 5 ex presidentes de diputaciones, 5 diputados nacionales, 18 consejeros de comunidades autónomas, 3 ex tesoreros nacionales y hasta 800 concejales y cargos políticos de menos nivel.
En
estos momentos, hay 12 (de 14) ministros de la época de Aznar que tienen
cuentas pendientes con la justicia, tres ex presidentes de la Generalidad de
Valencia, otros 3 de la Comunidad de Madrid, uno en Murcia, además de otros que
ya fueron condenados, como Matas, pero que están imputados en otras causas. Eso
sin contar las decenas de alcaldes y concejales imputados en casos menores. Y
para más escarnio, el Gobierno recién desalojado tenía reprobados a cinco
ministros.
Lo más
curioso de este asunto es que dentro del Partido Popular nadie quisiera hacer
frente a esta infección. El numantino y ciego apoyo a Rajoy y a sus más
cercanos colaboradores ha sido una actitud suicida, pero ahí seguían, hablando
hipocritamente de transparencia y aferrados a los resortes del poder como mejor
baluarte ante la acción de la justicia, mientras en las encuestas descendían en
intención de voto, pero confiados en que las divididas fuerzas de la oposición
les permitieran seguir así, tapándose malamente las vergüenzas y gobernando sin
programa y sin ganas.
En
estas circunstancias, ante lo que exige la situación interna del país y lo que
demanda la difícil coyuntura de la Unión Europea, un gobierno como el de Rajoy no podía
seguir representando a España. Presentar la moción de censura era un acto
necesario, un deber casi patriótico, aunque no me gusta la connotación que
tiene tal término, una medida de higiene política y hasta diría de salud mental.
Pedro
Sánchez no lo va a tener fácil. Por los interesados y coyunturales apoyos que
ha recibido tendremos un gobierno inestable, y es cierto; inestable pero
presentable; lo que no era ni podía ser, por muchos recambios que se le
buscaran, el gobierno de Rajoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario