martes, 5 de junio de 2018

Refeudalizar Europa


A veces es necesario que los líderes políticos más poderosos del mundo expongan,  seguros de su impunidad, claramente sus objetivos, para que los dirigentes políticos menos avezados que ellos y, sobre todo, los ciudadanos lleguen a percibir sus verdaderas intenciones.
Hay declaraciones, hechas en la confianza de estar entre compadres del mismo bando, que confirman tendencias que se vienen manifestando desde hace tiempo y que sirven de rúbrica al firme propósito que sustentaba decisiones políticas, que, hasta ahora, parecían atrabiliarias o inconexas.
Me refiero, claro está, al Gobierno de Estados Unidos bajo la presidencia de Donald Trump y a las palabras de uno de sus emisarios, Richard Grenell, pronunciadas en Berlín: “Quiero empoderar a los conservadores de toda Europa, a otros líderes (...) Pronto habrá una confederación de estados libres, no ésta Unión Europea”.
Frase que es similar en falta de tacto, intención y estilo a aquella otra -“Gracias a Dios que la ONU ha muerto”-, con la que Richard Perle, uno de los “halcones neocons” del equipo de George W. Bush, ilustraba su intención de dinamitar instituciones mundiales que pudieran representar algún límite al poderío de Estados Unidos. 
La reafirmación nacional -“América, primero”- como divisa, el proteccionismo con la introducción de nuevos aranceles, con el pretexto de que son necesarios para la seguridad nacional, la unilateralidad en las relaciones exteriores y la amenaza de usar la fuerza (“sanciones” económicas o la fuerza militar), la ruptura de acuerdos internacionales multilaterales y su reemplazo por acuerdos bilaterales donde quede clara la disparidad de fuerzas, la guerra comercial como fatal destino, la ruptura de alianzas estables y su reemplazo por pactos oportunistas con gobiernos impresentables y la intención de gobernar sin atenerse a normas internas ni externas, confirman la opción de restaurar un mundo hobbesiano, en el que los valores y propósitos que han sido divisa de Occidente, aunque ya estén deteriorados -derechos civiles, democracia, bienestar, constitucionalismo, Ilustración, mercado, solidaridad, igualdad, laicidad-, ceden ante el racismo, el ultranacionalismo, la xenofobia, el autoritarismo, el neoliberalismo, la intransigencia religiosa y el patriarcalismo, exhibidos sin recato por partidos de la derecha populista europea, que ven en el racista y conservador amigo americano un gran apoyo a su tarea de romper los pactos fundacionales de la Europa reconstruida después de la II Guerra mundial.  
La frase “Pronto habrá una confederación de estados libres, no ésta Unión Europea”, cobra todo su dramático sentido en la deteriorada imagen de la Unión Europea actual, amenazada no sólo por las consecuencias de la gran recesión económica y por las medidas de austeridad, adoptadas, en teoría, para salir de ella, sino por las tensiones nacionalistas suscitadas por los gobiernos de algunos de sus estados asociados y por la pujanza de los movimientos separatistas.    
Queda, pues, bastante claro que, hoy, el objetivo de la Administración Trump es apoyar a las fuerzas disgregadoras internas y promover una refeudalización de Europa desde fuera, en competitiva alianza con Rusia, que pretende hacer lo mismo desde la frontera opuesta.
Objetivo que coincide con el de “la Europa de las regiones”, defendido por los estrategas de CiU, desde hace tiempo, y también con el de los nacionalistas vascos, de hacer de Europa una confederación de taifas, que compitan entre sí, en un clima de inestabilidad alentado por los grandes poderes económicos y financieros, que podrían actuar libremente en un ámbito rico, desarrollado y desregulado, lo cual traería, a pocos, más beneficios a sus inversiones, pero más penalidades a los trabajadores y a las clases subalternas.
Aunque a algunos, colaborar en hacer trozos una de las pocas partes del mundo aún ordenada, aunque incompleta y deteriorada, bajo los principios democráticos y solidarios arriba enunciados, les parece una opción progresista.

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