domingo, 13 de mayo de 2018

Los “sesentaiochos” (1)


Se cumple este año el quincuagésimo aniversario de los fenómenos de agitación juvenil y movilización social que, en 1968, emergieron de forma espectacular en varios continentes, con la particularidad de que, en Occidente y en Japón, se produjeron en países desarrollados, con regímenes políticos estables y sistemas económicos boyantes.
Con el telón de fondo de la guerra de Vietnam, la revolución cultural en China, la “desestalinización” en el bloque socialista, los ecos de la revolución cubana, las guerrillas y los golpes militares en América Latina, las guerras de liberación en África, la tensión entre Estados Unidos y la URSS y, en Occidente, instalado en el neocapitalismo y la sociedad de consumo, con la banda sonora de la música pop, el rock, el folk, de los Beatles, Dylan y la canción protesta…“sesentaiochos” hay muchos.
El año 1968 es un año rico en acontecimientos mundiales en una década que también lo es, pero referido a los movimientos de protesta están el 68 francés, estudiantil, libertario y parisino; el checoslovaco, en sentido contrario, por el final manu militari de la primavera de Praga, o el dramático y mejicano, por la matanza de estudiantes perpetrada también manu militari en la plaza de Tlatelolco, y también el español, el japonés y, claro, el norteamericano, que es el mayor, por la magnitud y el dramatismo de los sucesos ocurridos ese año.
Acontecimientos que llegan precedidos de otros, que han quedado a la sombra del 68, como “la noche de los bastones largos” en Argentina y la actividad de los “krakers” y los “provos” en Amsterdam, en 1966, o la comuna de Berlín o la pujante emergencia del movimiento obrero en España, en 1967, a los que seguirán de modo inmediato, el “cordobazo” argentino y el otoño caliente italiano en 1969, que anuncian la radicalidad del movimiento obrero y las respuestas violentas y desesperadas de las izquierdas más extremas.
Actos, libros y otras publicaciones celebran el cincuentenario, como así ha ocurrido casi en cada año terminado en ocho. Recuerdo la primera efeméride, a los veinte años de los hechos, en un curso de cinco días en la Universidad de Verano de El Escorial, que, por los ponentes, algunos franceses, y por el entusiasmo y curiosidad de los participantes, dio para mucho. Desde entonces, creo yo, se ha abusado de la visión nostálgica y de las memorias sobre los hechos de los principales protagonistas, pero el tiempo ha pasado de manera inexorable y de poco vale añorar los años de juventud, en los que todo ofrece un aspecto nuevo, que, luego, dolorosamente, se va perdiendo a medida que este viejo mundo va mostrando su edad y que, en el orden humano (o inhumano) que construimos como podemos, hay pocas cosas realmente nuevas bajo el mismo sol. Así, que vamos a mirar aquellos sucesos teniendo en cuenta el tiempo transcurrido y desde el punto de vista de las tendencias generales, pues, al fin y al cabo, no podemos librarnos de la dimensión temporal ni dejar de estar influidos por la perspectiva global.    

De la protesta juvenil, de la insubordinación ciudadana, del afán por cambiar las cosas tanto en países del área capitalista como del área socialista, la primera idea a destacar es la ruptura del orden internacional, erigido sobre dos bloques ideológicos y dos modelos económicos opuestos, establecido después de la II Guerra mundial; el orden político, militar, económico y financiero, acordado en las conferencias de Bretton Woods (julio, 1944), Yalta (febrero, 1945), Postdam (julio, 1945) y San Francisco (abril-octubre, 1945), y las organizaciones que lo habrían de mantener (ONU, Banco Mundial, FMI) y, en 1949, la OTAN.
Los sucesos del 68, tomando ese año como modelo, expresan, en el occidente capitalista, el malestar de las generaciones de postguerra ante la sociedad en que les ha tocado vivir y el papel que les aguarda en ella -vivir para trabajar, trabajar para consumir-, de ahí viene el gran rechazo al mundo adulto, al mundo recibido, del que habla Marcuse en “El hombre unidimensional” y en “El final de la utopía”.
Y en los países socialistas, el rechazo al modelo de gestión burocrática, a la uniformidad ideológica señalada por el partido único, a la subordinación a los intereses de la URSS y a la falta de libertades. Para unos y para otros, el mundo debe cambiar, aunque nadie sabe muy bien hacia dónde ni cómo hacerlo, pero lo importante es intentarlo.
Continuará.

No hay comentarios:

Publicar un comentario