Good morning, Spain, que es different
No es casualidad, es causalidad: en 1996, con
la llegada del PP al Gobierno y con el PSOE hundido por los escándalos de
la etapa “felipista”, en crisis y despistado (otra vez), la derecha política y económica
puso en marcha una poderosa maquinaria para saquear el país de forma legal,
alegal e ilegal. Nacía el patriótico capitalismo de amigotes y la democracia de
parientes y clientes, tan parecida al franquismo que la derecha añoraba.
La España aznariana, que iba bien, era la
España de las inmobiliarias, de los créditos, de la especulación del suelo y de
la bolsa; la España de las grandes obras adjudicadas con contratos confidenciales;
la España de las privatizaciones, la España de los edificios emblemáticos, de las
obras faraónicas, de los grandes puertos (La Coruña, Laredo), de los aeropuertos
(tenemos más de 50) con y sin aviones, de las autopistas de peaje sin coches, de
los resorts y campos de golf, de las urbanizaciones en la costa y de los
disparates como Marina D’Or, Polaris World o el Algarrobico; de las
universidades (79 públicas y privadas), de los edificios emblemáticos de
arquitectos famosos (y onerosos), de los parques temáticos y tecnológicos (algunos
también rescatados), de los pabellones deportivos (Palma Arena, Caja Mágica), de
la construcción de hospitales (primero vacíos, luego lleno de enfermos cautivos
por la privatización), de las ciudades del arte (Valencia) y de la cultura
(Santiago); de las bibliotecas sin libros y de los centros culturales vacíos.
España era el país con más kms de AVE de Europa
(el segundo del mundo, después de China) pero con menos viajeros; el país del
despilfarro, de los beneficios astronómicos y de los sueldos fabulosos de los
directivos, de los políticos con dos o tres sueldos públicos; la España de los miles
de asesores políticos contratados a dedo, de los tesoreros y los recaudadores (en
blanco y en negro, no hay que hacer ascos). Entonces, el país se corrompió, ese
era el efecto buscado por los corruptores, todos iguales en delincuencia, y se
infló la burbuja inmobiliaria y financiera que Zapatero no quiso pinchar y que le
estalló en la cara.
Hemos saneado los bancos y cajas de ahorros que
participaron en aquella orgía, con más de 66.000 millones de euros de dinero
público, quitado a la sanidad, a la educación, a investigación, a la dependencia,
a la infancia. Y ahora, los mismos que promovieron la construcción de unas
autopistas de peaje, que desde el principio ya se veía que eran un desastre
económico, las quieren nacionalizar por un importe que supondrá un gasto para el
Estado de 5.000 millones de euros, aunque pueden ser más.
No importaba que el cálculo del tráfico que
iban a soportar pecara de optimista, o si iban a circular muchos o pocos
coches, porque eso era secundario, lo decisivo era que circulara el dinero, el
blanco, el negro y el gris; eran unas autopistas por las que circulaban a gran velocidad
los sobornos, las dádivas, los regalos y las mamandurrias.
Ahora nos toca pagar nuevos
dispendios de un gobierno opaco y manirroto. Pero no nos confundamos, no vamos
a pagar el rescate de unas autopistas en quiebra, sino que vamos a seguir
pagando, y quien sabe durante cuánto tiempo más, el peaje por haber dejado
gobernar al Partido Popular.
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