Good morning, Spain, que es different
Como
consecuencia del mensaje de Pablo Iglesias, desde hace un par de días reina la
tregua en Podemos; han cesado los apoyos incondicionales a Iglesias y a Errejón
y las descalificaciones en las mal llamadas redes sociales, en realidad telerredes, instrumentos poco adecuados para
facilitar el debate -con sólo 140 caracteres es difícil discutir de algo con un
poco de rigor-, pero muy útiles para transmitir de inmediato el desahogo, el
insulto y la opinión poco meditada.
La
superficie de la polémica está en definir (y sobre todo en acordar) la forma que
debe adoptar la asamblea del mes de febrero, Vista Alegre II, o como se llame finalmente
el evento, pero el enconamiento despertado y la clara delimitación de dos
grandes bandos casi empatados en apoyos revela que hay algo más, y no es otra
cosa que la lenta digestión de los resultados electorales.
El
año transcurrido desde las elecciones generales de diciembre de 2015, con el
largo período en funciones del Gobierno de Rajoy, las expectativas suscitadas,
los encuentros y sobre todo los desencuentros de la primavera pasada hasta
llegar a las elecciones de junio, pero sobre todo, el resultado de estas, han
supuesto una gran conmoción en los grandes partidos. Ni siquiera el ganador, el
PP se ha librado de tensiones, y ahí está Margallo, que va por libre, o por
bastante libre, y algunas rectificaciones, como en el caso de Cataluña, que
llegan tarde, pero son rectificaciones, o la renuncia de Aznar, ante una
victoria que le parece insuficiente y un presidente que le parece modesto e incapaz
a asumir que la mejor manera de ser conservador es tener la audacia de un
visionario como él.
En
el PSOE decidieron aliviar la pesadez de la digestión con la chapucera
exoneración de Pedro Sánchez y la formación de una comisión gestora, que está
adoptando decisiones que no son propias de un órgano provisional, pero ni aun
así el Partido parece haber metabolizado los resultados electorales (malos,
pero no ha sido superado y desplazado por Podemos) de un año anómalo. Mientras
tanto, desde una posición vergonzante, ha vuelto a reeditar con el PP una
versión más modesta del bipartidismo, dejando en segundo plano a aquellos -Podemos
y Ciudadanos- que, no hace tanto tiempo, pretendían enviar a ambos a ese
discreto lugar.
Tampoco
en Ciudadanos han digerido bien su cosecha de votos. Está planteada una
redefinición del partido, pero, por ahora, la figura de Albert Rivera no
está cuestionada.
Donde
la bronca es mayor es en Podemos, un partido surgido hace tres años con la
pretensión de ganarse un puesto en la palestra política, superando a sus
competidores en la izquierda -IU y PSOE- y colocándose en el gobierno del país
o muy cerca de él para condicionar a quien gobernase. Aspiraba a ser una fuerza
decisiva, determinante, para iniciar un cambio que debía terminar con el “régimen
del 78” y abrir una etapa constituyente.
Lo
conseguido hasta el momento en representación política, a escala local y
autonómica y a escala nacional, no es poco para un partido con una existencia
tan corta, pero está lejos de las expectativas suscitadas en sus militantes, en
sus apoyos y en sus votantes. Por ello, está en cuestión, aunque no de forma
expresa, la gestión no sólo del cuadro directivo sino de su principal dirigente,
en una formación que se aleja del modelo clásico de los partidos pero que está excesivamente
marcada por la personalidad del Secretario General.
Recordemos
que “Podemos” se presentó públicamente con la efigie de Iglesias, que el
lanzamiento fue calificado de “operación Coleta”, que Iglesias ha actuado en el
Partido como una instancia inapelable, haciendo uso de un poder excepcional,
que ha sido no sólo el principal portavoz sino quien directamente ha llevado
las gestiones de lo hecho y lo no hecho con el PSOE, con Ciudadanos y con IU, y
quien ha conducido al partido a la situación en que ahora se halla, aunque se
haya desentendido de la pérdida de un millón de votos en las elecciones de junio.
De momento, parece que sólo hay
un Podemos superficialmente escindido por asuntos de procedimiento, pero es posible
que en la próxima asamblea afloren tensiones soterradas, que hoy están
enmascaradas por apelaciones a la unidad y por zalameras demostraciones de
amistad o de cariño.
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