viernes, 30 de diciembre de 2016

La tregua

Good morning, Spain, que es different

Como consecuencia del mensaje de Pablo Iglesias, desde hace un par de días reina la tregua en Podemos; han cesado los apoyos incondicionales a Iglesias y a Errejón y las descalificaciones en las mal llamadas redes sociales, en realidad  telerredes, instrumentos poco adecuados para facilitar el debate -con sólo 140 caracteres es difícil discutir de algo con un poco de rigor-, pero muy útiles para transmitir de inmediato el desahogo, el insulto y la opinión poco meditada.
La superficie de la polémica está en definir (y sobre todo en acordar) la forma que debe adoptar la asamblea del mes de febrero, Vista Alegre II, o como se llame finalmente el evento, pero el enconamiento despertado y la clara delimitación de dos grandes bandos casi empatados en apoyos revela que hay algo más, y no es otra cosa que la lenta digestión de los resultados electorales.
El año transcurrido desde las elecciones generales de diciembre de 2015, con el largo período en funciones del Gobierno de Rajoy, las expectativas suscitadas, los encuentros y sobre todo los desencuentros de la primavera pasada hasta llegar a las elecciones de junio, pero sobre todo, el resultado de estas, han supuesto una gran conmoción en los grandes partidos. Ni siquiera el ganador, el PP se ha librado de tensiones, y ahí está Margallo, que va por libre, o por bastante libre, y algunas rectificaciones, como en el caso de Cataluña, que llegan tarde, pero son rectificaciones, o la renuncia de Aznar, ante una victoria que le parece insuficiente y un presidente que le parece modesto e incapaz a asumir que la mejor manera de ser conservador es tener la audacia de un visionario como él.  
En el PSOE decidieron aliviar la pesadez de la digestión con la chapucera exoneración de Pedro Sánchez y la formación de una comisión gestora, que está adoptando decisiones que no son propias de un órgano provisional, pero ni aun así el Partido parece haber metabolizado los resultados electorales (malos, pero no ha sido superado y desplazado por Podemos) de un año anómalo. Mientras tanto, desde una posición vergonzante, ha vuelto a reeditar con el PP una versión más modesta del bipartidismo, dejando en segundo plano a aquellos -Podemos y Ciudadanos- que, no hace tanto tiempo, pretendían enviar a ambos a ese discreto lugar.  
Tampoco en Ciudadanos han digerido bien su cosecha de votos. Está planteada una redefinición del partido, pero, por ahora, la figura de Albert Rivera no está cuestionada.   
Donde la bronca es mayor es en Podemos, un partido surgido hace tres años con la pretensión de ganarse un puesto en la palestra política, superando a sus competidores en la izquierda -IU y PSOE- y colocándose en el gobierno del país o muy cerca de él para condicionar a quien gobernase. Aspiraba a ser una fuerza decisiva, determinante, para iniciar un cambio que debía terminar con el “régimen del 78” y abrir una etapa constituyente.
Lo conseguido hasta el momento en representación política, a escala local y autonómica y a escala nacional, no es poco para un partido con una existencia tan corta, pero está lejos de las expectativas suscitadas en sus militantes, en sus apoyos y en sus votantes. Por ello, está en cuestión, aunque no de forma expresa, la gestión no sólo del cuadro directivo sino de su principal dirigente, en una formación que se aleja del modelo clásico de los partidos pero que está excesivamente marcada por la personalidad del Secretario General.
Recordemos que “Podemos” se presentó públicamente con la efigie de Iglesias, que el lanzamiento fue calificado de “operación Coleta”, que Iglesias ha actuado en el Partido como una instancia inapelable, haciendo uso de un poder excepcional, que ha sido no sólo el principal portavoz sino quien directamente ha llevado las gestiones de lo hecho y lo no hecho con el PSOE, con Ciudadanos y con IU, y quien ha conducido al partido a la situación en que ahora se halla, aunque se haya desentendido de la pérdida de un millón de votos en las elecciones de junio.
De momento, parece que sólo hay un Podemos superficialmente escindido por asuntos de procedimiento, pero es posible que en la próxima asamblea afloren tensiones soterradas, que hoy están enmascaradas por apelaciones a la unidad y por zalameras demostraciones de amistad o de cariño.   
       

    

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