sábado, 11 de junio de 2016

¿Referéndum? (2)

Sigo en el debate en el foro Patriotismo constitucional
La idea de que un referéndum de autodeterminación es democrático, es potente, pero ¿cuánto y durante cuánto tiempo lo es? Porque tenemos ejemplos (Quebec) de que un refrendo sólo es democrático cuando obtiene el resultado que buscan los secesionistas. La idea de un refrendo sobre la secesión de un país, para ser verdaderamente democrática, debería llevar aparejada la celebración de otro refrendo de ratificación al cabo de cierto tiempo (5, 10, 15 años), para no jugar la secesión y la creación de un país, una sola vez a cara o cruz. Si nos atenemos a la idea de Jefferson de que una constitución no debe tener una vigencia que exceda a los 20 años, porque las nuevas generaciones tienen derecho a decidir sobre sus vidas, tampoco un hecho de tanta trascendencia como la división de un país debería ser un hecho irreversible, sino contemplado el como resultado de una determinada correlación de fuerzas que en el futuro puede variar. Además serviría para medir la profundidad y permanencia de ese "sentimiento" de pertenencia, que los nacionalistas consideran un argumento indiscutible, y además quitaría carga dramática al acto de votar.

Los principios de las libertades constitucionales, en línea con la americana defensa de los derechos civiles, de los derechos del ciudadano, y de las ciudadanas después (Gouges, Wollstonecraft, de la Declaración de la ONU, etc, por ser de aplicación universal chocan de plano con los principios forales, de origen medieval, tan queridos por los nacionalistas, y con legislaciones montadas sobre exclusivos caracteres identitarios, que seleccionan a la población no en función del lugar de nacimiento (la nación de nacidos), sino de la adhesión a un programa político selectivo (nación de adheridos). El problema oculto detrás de tanta alharaca, no es que una parte de los catalanes (como antes los vascos) haya decidido que Cataluña es una nación, sino que defienden un programa político para formar selectivamente una nación a partir de la sociedad existente, lo cual exige depurar políticamente a los ciudadanos que no compartan ese programa, que son tildados de desafectos y merecedores de reprobación, por lo menos. El decir "somos una nación", encubre el deseo de querer serlo, y no de cualquier manera, sino decidida por los nacionalistas. Por eso, el retórico "derecho a decidir" es una argucia que encubre muchas cosas que no están discutidas.

Hay que colocar a los nacionalistas ante su propia deriva, porque del enunciado de Jordi Pujol: "Es catalán quien vive y trabaja en Cataluña y quiere serlo" (una definición un poco a lo Renán), se ha pasado a definir las condiciones en que se concreta ese querer serlo. No se puede ser catalán de cualquier manera, sino como el pensamiento correcto dicta que "se debe ser catalán", como es aceptar la inmersión lingüística en el sistema educativo, renunciar al uso del castellano en el lenguaje oficial, rotular sólo en catalán el nombre de establecimientos comerciales, aceptar el discurso único en los medios de información públicos y la selección ideológica en la designación de cargos, etc, etc. Es decir, una deriva hacia el control total de la sociedad, en parte aceptada e impulsada por las cohortes plebeyas del nacionalismo, que ven en el uso exclusivo de la lengua una barrera frente a la competencia de trabajadores de otras regiones de España en un encogido mercado laboral.

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