domingo, 19 de junio de 2016

Eres valiente, Luis (Roca Jusmet). Yo no lo tengo tan claro. A fuer de ser internacionalista, creía que no era nacionalista, pero puedo admitir que lo soy en algún sentido, pero con matices, con dudas. Los nacionalistas dicen, para igualar el debate, que todo el mundo es nacionalista de alguna parte; es posible, pero con grados; se puede ser nacionalista al 100% y serlo al 1%, ser nacionalista acérrimo y ser nacionalista escéptico, ser nacionalista creyente y ser nacionalista agnóstico o con dudas, si es que tal sentimiento admite grados. Lo cierto es que no somos espíritus políticos y jurídicos puros, ni tampoco entes culturales internacionales sin tocar tierra en algún lado, porque en algún punto del suelo vivimos, también somos territoriales y eso nos vincula a un país, a no ser que seamos únicamente ciudadanos locales o comarcales, pero indiferentes a lo que ocurre más allá de lo que escapa al horizonte al que llega nuestra mirada. Pero creo también, que el mejor patriotismo es el de los derechos civiles, el de la igualdad jurídica y política de los ciudadanos, y ,a ser posible, el de la menor desigualdad económica entre ellos y, desde luego con un conjunto de derechos mínimos garantizados. Razón por la cual, mi patriotismo constitucional está muy matizado cuando se refiere a esta Constitución concreta y no a un principio político en general. La Constitución de 1978, fruto de una determinada correlación de fuerzas que no conviene idealizar, necesita una profunda reforma para hacerla, precisamente, más igualitaria, más democrática, pero, también define el marco político y jurídico actual, frente al cual los independentistas ofrecen un impreciso modelo que tiene unos innegables visos demagógicos y autoritarios que van perfilando una sociedad homógénea, xenófoba y excluyente. Y que yo, como europeo, español y catalán, aunque residente fuera de Cataluña, no puedo aceptar.

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