martes, 29 de marzo de 2016

La patria es la gente

Good morning, Spain, que es different

Confieso que estos muchachos y muchachas de Podemos me dejan perplexo. Cada día que pasa aportan algún concepto nuevo a la nueva política, y con ocasión del Aberri Eguna, día de la Patria Vasca, día del PNV o conmemoración de la fausta jornada en que Sabino Arana descubrió que no era español sino vizcaíno, han lanzado unas cuantas novedades a la centralidad del tablero.
La gran aportación política ha sido la decisión de participar en los actos de una festividad que hasta ahora sólo celebraban los partidos nacionalistas, tratando de dar una apariencia de normalidad a esta participación, que “no es osadía, sino afán de convivencia, no cálculo sino compromiso”. El lema elegido -“la patria es la gente”- justifica la participación en la fiesta con la idea de sumarse a lo común. Como en otras partes, Podemos es el partido (o lo que fuere) de la gente; de la gente frente a la casta, de los de abajo frente a los de arriba, ahora que la división izquierda derecha está, al parecer, superada (o al menos, hasta no hace tanto tiempo parecía que lo estaba). Por tanto, donde esté la gente, allí estará Podemos. Como los festejos los organiza el PNV, cabe concluir que en Euskadi no hay casta.
Pero el asunto no es menor (sino mayor, como diría Rajoy en las célebres jornadas de Talavera), pues cabe preguntar si toda la gente vasca comparte el sentido de esa festividad, y hay que responder que no. Con lo cual, la alegre muchachada de Podemos se ha sumado a la gente que dice que la patria es de ellos, porque ellos son la verdadera gente vasca y, por tanto, la verdadera patria. No se inventa una patria para dejársela a otros; la patria es un tesoro reservado siempre a los auténticos.
La participación en el Aberri Eguna no será excepcional, ya que en Podemos se plantean celebrar otros actos de fuerte contenido nacionalista, como el 25 de octubre, aniversario del estatuto de Guernica, y el 7 de octubre, aniversario de la formación del primer gobierno vasco en 1936, presidido por José Antonio Aguirre. Ni parece casual sino una apuesta decidida, pues, en un tiempo “que no es de frentismo sino de convivencia”, quieren defender “un proyecto de convivencia inclusiva” (no les basta con que sea incluyente), donde quepan “todas las identidades nacionales”, que, partiendo del estatuto vasco –“un punto de partida, no de llegada”- llegue a reclamar “el derecho a decidir en un marco bilateral”, que es lo que actualmente postula el PNV, lejos ya de la época de Ibarretxe, mediante un pacto con el Estado (España).  
De ello se deduce, que Podemos renuncia a disputar la hegemonía a los partidos nacionalistas y se dispone a seguir cómodamente en la estela marcada por el PNV; a la zaga de la burguesía vasca. Lo cual parece una muestra de falta de madurez, de ignorancia o de desprecio hacia lo que ha sucedido en el País Vasco desde hace medio siglo y hasta hace sólo cuatro años, o quizá un resultado de la novedad y simplicidad con que perciben el orden de las cosas estos muchachos y muchachas, que acaban de llegar a la política y a la vida adulta con la pretensión de indicar que ellos tienen soluciones que convienen a todos: que se pare el mundo que hemos llegado nosotros y podemos arreglar los desperfectos.
Una muestra de este adanismo son las palabras de la donostiarra Nagua Alba, secretaria general de Podemos Euskadi -“La nuestra es una patria en la que la ciudadanía debe poder decidir su futuro libremente, donde los derechos sociales están asegurados y que es solidaria con otros territorios”-, que, con una declaración voluntarista olvida, primero, que en el País Vasco la población no nacionalista, durante 50 años no ha podido decidir libremente ni su futuro ni su presente, si aspiraba a ese fundamental derecho que es conservar la vida y la hacienda propias o de sus allegados. Y eso no se borra fácilmente de la memoria de las personas que han padecido el terrorismo etarra, que son muchas. Y en segundo lugar, que la estrategia de los nacionalistas vascos, nacionalistas, como los catalanes, de zona rica, con alto nivel de vida, persigue todo lo contrario, que es no ser solidarios con otros territorios peor dotados por el clima o la naturaleza o maltratados por la suerte o por la historia.  


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