domingo, 20 de marzo de 2016

Lenguas poco útiles


A propósito de un artículo de Daniel Innerarity (El español), colgado por Félix Ovejero

Lo de patrimonio cultural puede sonar a tradición y a museo o a laboratorio de investigación y a ciencia; hay lenguas más útiles que otras para orientarse en cada época; hay lenguas que necesitan ser conservadas y defendidas mientras otras son pujantes. 
El inglés se impone como lengua científica, tecnológica y económica y tiende a ser aceptada como moderna lengua franca, sin que ello lleve aparejadas preferencias políticas. El que estudia inglés como lengua útil para su profesión no lo hace pensando en defender a la reina de Inglaterra, en hacerse hincha del Manchester United o seguidor del Partido Republicano. Justo lo contrario de lo que sucede con los micronacionalismos, que son agrupaciones políticas defensivas en torno a lenguas en retroceso. 

La defensa de una lengua, que se revela ya poco útil, se convierte en un programa político que exalta las virtudes y la superior condición de sus hablantes, a los que se presenta como sometidos por los hablantes de otra lengua. De este modo, el retroceso de la lengua se atribuye a un acto de fuerza externo, no al abandono de ella por sus hablantes. La lengua es práctica o no es; será otra cosa, pero no social, útil y compartida.
Julio Caro Baroja, creo que en "El laberinto vasco", dice que el vascuence se hallaba ya en retroceso en Álava, en el siglo XVIII, por el contacto con el castellano, y la causa era el comercio. La producción, el comercio, las vías de comunicación, la orografía, la fertilidad del suelo o la riqueza del subsuelo son elementos que los micronacionalistas suelen olvidar cuando hablan de la relación entre las lenguas, que suelen abordar con preferencia como un asunto político, como una lengua que se impone a otra, por la fuerza de las armas. Y eso es cierto en ocasiones, pero no siempre.

Sobre el uso y la potencia de una lengua dice mucho su codificación y normalización. Por ejemplo, los nacionalistas vascos pasan por alto que el castellano tuviera su primera gramática en 1492, realizada por Antonio Nebrija, mientras que la normalización del vascuence actual -el euskera batua- a partir de cinco o seis variedades dialectales, empezara su normalización a principios del siglo XX y concluyera en fecha tan tardía en 1968.

Esas lenguas son prácticas en un entorno, pero, al menos en Europa, están en contacto con otras lenguas. El checo es otra lengua rescatada, cuyo primer manifiesto en su defensa se hizo en alemán, pero dejando eso aparte, lo sustancial de todas ellas, es su dimensión nacional. Sus representantes políticos y económicos se entienden en inglés, no en finés, búlgaro o magiar. Desconozco si en esos países hay tensiones internas a causa de lenguas comarcales o regionales, pero dudo que esas lenguas minoritarias tuvieran una utilidad mayor que las lenguas habladas a escala nacional.

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