El portavoz Borja Sémper ha querido animar a los electores del PP, confusos ante las oscilaciones de sus dirigentes respecto a Vox, anunciando “Verano azul”, una campaña electoral ilusionante y amable.
Ha
indicado su deseo de que sea una campaña en positivo, que buena falta hace
después del aluvión de mensajes negativos y el tono crispado utilizado por los
portavoces del PP desde la investidura de Pedro Sánchez. Después de tantos
noes, se agradece una apuesta en positivo, sea lo que sea eso.
Lo
importante es mantener la confianza en la victoria de los votantes, que están
hechos un lío entre los principios y la aritmética; entre las normas y las
cuentas, que en el PP nunca han estado claras ni a la vista. Hay que defender
los principios sin dar un paso atrás (ni un paso más de los necesarios, se
entiende) hasta lograr que la aritmética, los números, cuadre con los
principios, que son las letras.
Tratando
de interpretar el pensamiento de Feijoo, que es difícil, pero sin decir cuál es
realmente, Semper ha apuntado que, si el PP gana las elecciones, el líder
gallego (el gentilicio es necesario) se presentará a la investidura y formará
un gobierno en solitario. De ese principio, añade, no nos bajaremos.
Bien,
eso está claro, si nos olvidamos de todo lo que sucede a escala local y regional.
Y ahí le sigue María Guardiola, que en Extremadura ha expuesto sus diferencias
con Vox para mantenerlos lejos de las poltronas. El asunto se oscurece cuando Bendodo,
el coordinador general del PP, apuesta “por hablar con todos y pactar con
todos”, pero matiza, “hablar con todos no es tragar con todo”. Ahora está claro
todo: ése es el modelo de Feijoo.
Se
repite que el PP no va a gobernar a cualquier precio; eso no; a cualquier
precio, no, pero ya se acordará algún precio en la subasta, como los que ya se
han acordado o se están acordando en algunas autonomías, que será el que
imponga el rufián de turno si cree que su apoyo es imprescindible. Nada es
gratis en política, salvo aquel gesto de Valls, que fue un toque jacobino,
“chic” y muy francés.
Ante
este lío era necesaria una campaña alegre, refrescante, veraniega, con mucho
azul, que evoca el mar, mucha agua (salada, la dulce escasea, incluso en Doñana),
mucha playa, mucho sol de España, mucho chiringuito y mucha cervecita -¡qué
nivel, Maribel!-.
Un
verano azul y victorioso y, por tanto, un verano feliz para la gente de bien, después
de tanta zozobra sembrada por Sánchez, por los bolivarianos, las féminas
empoderadas, los bildus y los rufianes, y por esa manía gubernamental de
aliviar la suerte de las “clases humildes”, que para eso están las pías damas
del ropero parroquial, que se ocupan de que las clases humildes lo sigan siendo
y, además, estén agradecidas.
De
acuerdo con el lema, Sémper (fidelis) ha presentado la campaña en un escenario
playero, pero no en una playa real, con arena y agua de verdad, y mucho menos
la playa de Nerja, donde transcurre la serie de televisión “Verano azul”, en
que se inspira la campaña, que el astuto Borja aspira a patentar para cobrar
“royalties”.
Un
escenario falso, un decorado en un campo de balón volea, lleno de sombrillas
azules del PP, pero sin gaviotas ni bañistas…Sémper es un tramoyista, que sigue
a Debord en lo que respecta al espectáculo, pero que sin pretenderlo ha
mostrado la médula del programa de Feijoo rodando el anuncio en el Club Puerta
de Hierro de Madrid, el club privado más exclusivo de la Villa, que cuenta
entre sus usuarios lo más granado de la clase alta del país y que no admite socios
desde hace treinta años, pero aumenta en número por la pertenencia a la casta,
pasando el privilegio de padres a hijos entre grandes familias que se conocen
de toda la vida.
Semper
ha revelado la impostura del partido “popular”: ha hecho un anuncio de pijos
para pijos, de esos que votarán para que Feijoo les baje los impuestos y vuelva
a poner en su lugar a la servidumbre.
“Chanquete”
no le habría votado.
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