En Occidente, el año 1968, síntesis de
una época económicamente opulenta, políticamente agitada, culturalmente fecunda
y musicalmente feraz y ruidosa, fue copioso en acontecimientos políticos,
económicos y sociales, en una década que también lo fue, favorecida por el
cambiante contexto internacional.
Vistas en perspectiva, las masivas movilizaciones
de protesta en los países más avanzados del planeta fueron una prolongación de
los movimientos y las guerras de descolonización, surgidos en el Tercer Mundo
como reacción al bipolar orden político, económico y militar, acordado por las
dos grandes potencias vencedoras -Estados Unidos y la URSS- en la II Guerra
Mundial.
Ante ese orden, que en los países
desarrollados de Occidente corresponde a la etapa dorada del capitalismo
(quasi) regulado por el pacto social, del que surge el Estado del bienestar,
reaccionaron las nuevas generaciones rechazando el modelo político y productivo
propuesto por las generaciones adultas.
Era el “gran rechazo” juvenil, del que
hablaba Marcuse, y la propuesta de diversas alternativas de cambiar dicho
modelo, pero del que emergía, de momento, un mundo desordenado. Ahí, empezó a
romperse, en Occidente, el orden acordado en las conferencias de Yalta, Potsdam
y Teherán, y en Bretton Woods y San
Francisco.
Los sucesos del año 1968, en singular en
primavera, son de sobra conocidos, por lo que sólo merecen un rápido repaso
para avivar la memoria: en Estados Unidos, el problema racial y la defensa de
los derechos civiles, la oposición a la guerra de Vietnam, el inicio de conversaciones
con el Gobierno de Vietnam del Norte, los asesinatos de Martin Luther King y
Robert Kennedy, la desdichada convención demócrata en Chicago y el triunfo
electoral de Nixon.
En Alemania Federal, las protestas en la
Universidad Libre de Berlín, las campañas contra la Ley de Excepción y el
magnate de la prensa Axel Springer, y el atentado contra Rudi Dutschke. En
Francia, la revuelta estudiantil resumida en el mes de mayo -“un electroshock”,
según Edgar Morin-, que dio nombre a un año y a una época. En Holanda, la
disolución de los “provos” y la actividad de los “kabuters”. En Italia, la suma
de protestas de estudiantes y trabajadores, que continuarían en 1969, con el
“otoño caliente”.
En Inglaterra fue menos intenso, pero
hubo manifestaciones contra la guerra de Vietnam, aunque, en la vecina Irlanda,
la violenta disolución por la policía de una manifestación sería el anticipo de
una década sangrienta.
El año fue violento en Japón por la
oposición de los radicales zengakuren, a que aviones de Estados Unidos despegaran
de suelo nipón para bombardear Vietnam. El año comenzó prometedor en
Checoslovaquia, con el proyecto de Alexander Dubcek de fundar un socialismo con
rostro humano, pero la llamada “primavera de Praga” acabó “manu militari”, en
agosto, con la entrada de tropas del Pacto de Varsovia.
Fue dramático en Méjico, por la represión,
también “manu miltari”, con que el Gobierno quiso impedir una concentración en la
plaza de Tlatelolco, que podía deslucir los primeros Juegos Olímpicos en un
país de América Latina.
En España, comparado con lo ocurrido en
otros países, el año 1968 fue modesto en acontecimientos de relieve
internacional, sin querer decir que a escala doméstica nada importante ocurrió,
pues fue uno de los años centrales de la etapa de desarrollo industrial -el
“milagro económico”- y en los que se puso a prueba la capacidad del Régimen
para acometer una tímida reforma política y cultural, la llamada “apertura”.
Respecto al mundo, España era periférica
y subalterna, pues, encerrada en la férrea burbuja de la dictadura franquista,
estuvo al margen de los grandes asuntos mundiales y de las convulsiones de
aquel año, que llegaban matizadas por el filtro de la censura, a pesar de la
relativa apertura informativa de la ley de Prensa e Imprenta de 1966.
La prensa del Régimen pintó un agudo
contraste entre lo que ocurría fuera, incidiendo en el lado negativo -desorden
y violencia en el extranjero- frente a los recientes 25 años de paz, desarrollo
económico y progreso social. Mientras los jóvenes inconformistas percibían,
magnificado, lo que ocurría en países de los que sabían realmente poco. Pero era
un fresco viento de libertad que venía de fuera, ante el aire viciado de la
dictadura.
Lo sucedido en España en 1968 quedó
oscurecido por los “sesentaiochos” con nombre y fama, y sepultado, sobre todo,
por el peso del cercano mayo francés -¡ah! “la grandeur”-, y sólo recordado por
unos cuantos tópicos periodísticos. Como tantas veces, no hemos sabido ver, ni “vender”,
lo que tenemos.
Los textos que siguen tienen la modesta
intención recordar algunos hechos hoy poco conocidos o ya olvidados de un año
que también fue importante para nuestra historia reciente, debiendo señalar un
aspecto importante de su singularidad: que en España había una dictadura de
verdad. Y esta era una diferencia sustancial respecto a los otros
“sesentayochos”. En eso y en otras cosas, España era diferente.
En el ministerio dirigido por Manuel Fraga,
alguien, quizá inspirado por el éxito popular de la canción “Eres diferente”,
que quedó finalista en la segunda edición del Festival de Benidorm en 1960,
había acuñado, en 1963, el lema publicitario Spain is different, con el
propósito de animar a los europeos a conocer la cara amable, folclórica
y soleada del franquismo pasando unas vacaciones typical spanish en las
playas españolas, asistiendo a unas noches de zambra en un tablao flamenco o a
las faenas taurinas de Manuel Benítez, El Cordobés.
Y, en efecto, Spain era bastante different.
Verdaderamente different; con una
peculiar mezcla de lo nuevo y lo viejo, luchando pero coexistiendo; un anverso
y un reverso muy marcados.
https://www.elobrero.es/cultura/historia/54886-notas-lecturas-y-recuerdos-del-anyo-1968-1.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario