Joségabriel,
el nacionalismo tiene dos almas, una arcaica, rural, comunitaria y
precapitalista; otra moderna, insolidaria, capitalista y competitiva; una
simbólica y sentimental, y otra pragmática y calculadora.
Los
secesionistas modernos -CiU, Junts y las clases alta y media que les siguen-
quieren: A) dejar de contribuir al Estado (español) para ayudar con sus aportes
a las regiones más pobres (que lo son por su aportación a las más ricas; es el
desarrollo del subdesarrollo del que hablaba Gunder Frank para América Latina).
B) Competir por su cuenta en el mercado español (como privilegiada nación
extranjera), europeo y mundial.
La idea de la
plurinacionalidad de España abunda en la lógica competitiva del capitalismo,
que aquí agudizaría la competencia existente entre las comunidades autónomas (¿quién
evitaría, por ejemplo, que alguna de las más pobres se convirtiera en paraíso
fiscal, emulando a Andorra o a Gibraltar?).
Cuando lo que
hace falta, según mi modesta y seguramente errada opinión, es trabajar en
sentido contrario: en vez de egoísmo local, generosidad general; en vez de interesado
mercadeo, la ayuda desinteresada; en vez de la competencia, la cooperación, y
en vez de apoyar la disputa entre territorios por ver cual acumula más riqueza,
ponerse como objetivo prioritario mejorar el reparto de la riqueza dentro de
los territorios.
Resumo en dos palabras: en vez de reparto
territorial siguiendo, de una u otra forma, la lógica del capital, lo
prioritario es emprender políticas de clase que sean trasversales a todos los
territorios, y unificar los intereses y aspiraciones de los de abajo, de las
clases subalternas y, en particular, de los asalariados, para ir equilibrando,
no por regiones, sino por estratos sociales, empezando por los más necesitados
de ayuda. Pero eso necesita partidos y sindicatos de izquierda que tengan otra
visión del país y de sus problemas. Pero ya sé que esto suena a muy antiguo.
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