domingo, 4 de marzo de 2018

Ramos Oliveira. Federalismo.


“El federalismo ibérico fue siempre o trampolín de demagogos, que con tan egregia proposición se fugaban de la desagradable realidad del presente, o especulación de mentes desorientadas, de filósofos sin noción del momento que vivía España en el marco de sus fronteras y en el mundo, o, también, maquinación de separatistas madrugadores que ingeniosamente proponían el descoyuntamiento de lo que quedaba de la nación española como preámbulo obligado de la futura unión espontánea de todos los pueblos peninsulares (…) El federalismo es, por regla general, un régimen sólo aplicable a las naciones sanas, esto es, igualitarias y ricas y, por tanto, equilibradas: lo que España no era ni es.
Magistralmente planteó este caso Guizot (Historia de la civilización en Europa): <De todos los sistema de gobierno y de garantía política, el más difícil de establecer y de que prevalezca, es, a buen seguro, el federal; ese sistema consiste en dejar a cada localidad, a cada sociedad particular, toda porción de gobierno que puede sostenerse en ella, y en no restarle más que la parte indispensable para el mantenimiento de la sociedad general, para desplazarla al centro de esta misma sociedad, y organizarla en ella bajo la forma de gobierno central. El sistema federal, lógicamente el más simple, es en realidad el más complejo: para conciliar el grado de independencia, de libertad local, que deja subsistente, con el grado de orden general, se sumisión general, que ese sistema exige y presupone en ciertos casos, se requiere de toda evidencia una civilización muy avanzada; es preciso que la libertad del hombre, la libertad individual contribuyan al establecimiento y mantenimiento del sistema en mucha mayor medida que en los demás, porque los medios coercitivos son en este régimen mucho menores que en todos los demás. El sistema federal es, por tanto, el que exige mayor desarrollo de la razón, de la moralidad, de la civilización en la sociedad en que se implante>.
Además, la idea federalista es sinónima de aproximación o unión, y para que sea fecunda y auténtica ha de fluir de la prosperidad y la simpatía. Pero en España nacía de la desesperación y la antipatía. No podía, pues, haber conciencia federal en la Península Hispánica y no la había, ni la hay, y menos que en otra parte en las regiones descontentas”.

Ramos Oliveira (1969): La unidad nacional y los nacionalismos españoles, Méjico, Grijalbo:

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