Habéis
querido, mujeres extremeñas, venir a acompañarnos en nuestra despedida. Y acaso
no sabéis toda la profunda afinidad que hay entre la mujer y la Falange. Ningún
otro partido podréis entender mejor, porque precisamente en la Falange no
acostumbramos a usar ni la galantería ni el feminismo.
La
galantería no era otra cosa que una estafa para la mujer. Se la sobornaba con
unos cuantos piropos, para arrinconarla en una privación de todas las consideraciones
serias. Se la distraía con un jarabe de palabras, se la cultivaba una supuesta
estúpida, para relegarla a un papel frívolo y decorativo. Nosotros sabemos
hasta donde cala la misión entrañable de la mujer, y nos guardaremos muy bien
de tratarla como una tonta destinataria de piropos.
Tampoco
somos feministas. No entendemos que la manera de respetar a la mujer consista
en sustraerla a su magnífico destino y entregarla a funciones varoniles. A mí
siempre me ha dado tristeza ver a la mujer en ejercicios de hombre, toda
afanada y desquiciada en una rivalidad donde lleva -entre la morbosa
complacencia de los competidores masculinos- todas las de perder. El verdadero
feminismo no debiera consistir en querer para las mujeres las funciones que hoy
se estiman superiores, sino en rodear cada vez de mayor dignidad humana y
social las funciones femeninas.
Pero
por lo mismo que no somos galantes ni feministas, he aquí que es sin duda
nuestro movimiento aquel que en cierto aspecto especial asume mejor un sentido
femenino de la existencia.
J.A. Primo de Rivera: Charla en Don Benito, 28/4/1935, OO.CC.
P. 142
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