miércoles, 20 de marzo de 2019

Panópticos

El pasado fin de semana, acudieron a Madrid, al centro geográfico y político del país, unos cuantos miles de seguidores de un movimiento nacionalista que está impelido por la fuerza centrífuga proporcionada por su ubicación periférica, a la que han convertido en factor determinante de su identidad colectiva y de su proyección política.
Han viajado hasta Madrid para protestar -están en su derecho- contra el opresor centralismo, creyendo que Madrid es de España, más aún, que es España, el paradigma, el alma (negra, impura) de España, y están equivocados. Madrid no es de nadie o es de todos, y es tan de España como Barcelona, aunque estos viajeros creen que es el exclusivo centro del poder y del Estado, como si la Generalitat no fuera un poder del Estado, si bien periférico por su ubicación y por su cometido terminal, aunque central y centralista respecto al territorio que administra.  
Aunque España sea un país bastante descentralizado, la mirada desde Madrid es centralista por su ubicación geográfica y porque es la sede del poder central o principal del Estado, pero, al menos en España, los lugares desde donde se ejercen los poderes regionales también son centralistas, porque el poder mira al entorno.
La mirada del poder siempre es panóptica, mira a todos lados, a su alrededor, pues examina y analiza hasta dónde puede extender su influencia. En el caso de Madrid, en el centro de la península, está muy claro, pues se puede escrutar con la misma mirada, girando el compás 360 grados, todo el país (y Portugal) y contemplar cada una de las partes de un todo, atribuyendo a cada parte una  importancia similar en el conjunto. Pero esta mirada igualitaria sobre el  conjunto de regiones es lo que molesta a los nacionalistas, que tienen su propia visión panóptica, en una noción de España como un conjunto disjunto, es decir de conjuntos que se solapan en algún momento pero que no comparten elementos comunes, sino que se rozan en intersecciones vacías, sin intercambio. Aunque el símil más acertado sería el de una visión de España propia de un parque zoológico, como un conjunto de diversidades separadas en jaulas, más que de una visión ecológica, donde las distintas especias se mezclan y actúan en el mismo ecosistema.
El panóptico -ver todo- es un término formulado por Bentham para describir la estructura de una cárcel que permitiera tener a los presos siempre bajo control visual de un vigilante. La prisión de Carabanchel de Madrid y la cárcel Modelo de Barcelona se edificaron teniendo en cuenta la teoría de Bentham. Después, el vocablo fue utilizado por Foucault para señalar las estrategias del poder para controlar a la ciudadanía en las sociedades modernas, porque el poder, por muy democrático que sea, no sólo aspira a representar y servir a la ciudadanía, sino también, a vigilar y controlar (y a castigar), tendencias que se acentúan a medida que se vuelve totalitario.
Pero los poderes periféricos, contrarios al centralismo, también tienen una visión centralista, panóptica, del territorio que administran. En el País Vasco, la mirada circular de los abertzales proyectada desde Pamplona, capital de la futura Euskal Herria, abarca no sólo las tres provincias españolas, se extiende hacia el norte por el sur de Francia, hacia Aragón y hacia el sur, hacia la Rioja, Soria y Burgos. Lo mismo sucede en Cataluña, si se toma Barcelona como centro, y se dirige la mirada alrededor, hacia Aragón, luego hacia el norte, la Cerdaña y el Rosellón, hacia el este las islas Baleares y hacia el sur, Valencia, componiendo lo que serían los futuros “países catalanes”.
Podemos decir que tanto el nacionalismo vasco como el catalán tienen una visión panóptica, además de una proyección imperial y expansiva. 

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