miércoles, 30 de enero de 2019

Ventanas indiscretas 3


Aupado en la movilización social, pero no emanado directamente de ella (el 15-M tuvo otras salidas políticas sin éxito), Podemos, sin poder institucional, escaso arraigo social y sin vínculos con el mundo laboral, contaba con los improvisados círculos surgidos al calor del movimiento y con notable habilidad para situarse en lo que Habermas llama la “notoriedad pública”; en la superficie de la actividad política, que es el ámbito de la comunicación.
Sus dirigentes, bien preparados y dotados de eficaz oratoria, expusieron la audacia de sus pretensiones con un lenguaje crítico y afán provocador, que suscitó expectación en unos grupos sociales, esperanza en otros y, desde luego, la enconada respuesta de sus adversarios, en particular de la farisaica derecha, a la cual se complacían en soliviantar, lo cual halló excelente acogida en los medios de información, ávidos siempre novedades -lo nuevo es el principio del periodismo- y dados a suscitar debates, para mantener la audiencia, a base de realimentar conflictos que luego eran replicados en las redes de Internet.       
Pero, “Spain is different”.
En España no es posible (ni recomendable) un populismo patriótico como el peronismo, que recorra transversalmente la sociedad y acoja en su seno desde peronistas de extrema izquierda a peronistas de extrema derecha, para que acabe gobernando la élite peronista de un modo u otro.
Tampoco suscita entusiasmo una suerte de populismo cívico-militar como el socialismo bolivariano, porque en España se recuerdan, con horror en la izquierda y con honor en la derecha, los 40 años de dictadura del Generalísimo, que ha sido un modelo para golpistas de todo el mundo.
El populismo de masas -la “mayoría natural” de Fraga- lo representa la derecha en el PP, con un populismo neoliberal, patriotero y clerical, conseguido con demagogia, jerarquía, disciplina, prebendas y clientelismo (patria y pasta).
Disputar esa hegemonía con un pensamiento alternativo es un trabajo que requiere años de esfuerzo, pero está reñido con el objetivo de llegar pronto al gobierno. La prisa es un rasgo de Podemos, al menos, en su primera etapa. 
Por otra parte, agrupar a la izquierda es tarea propia de cíclopes, porque aquí tiende fácilmente a la fragmentación.
Hay otro ingrediente propio de este país, que es la tensión periférica, contagiada por el nacionalismo burgués de Cataluña y el País Vasco, con la intención de ostentar en exclusiva el poder político en sus territorios pero compartiendo a la vez el mercado nacional y los beneficios de la proyección internacional de la economía española. Que este proyecto tenga lugar en dos de las regiones más ricas del país no ha sido óbice para que dóciles organizaciones de izquierda lo hayan asumido como propio, aún costa de desnaturalizar sus programas.
Por tanto, lo que ahí aparece no es la posibilidad de organizar a un pueblo en torno a un proyecto, sino la de unir diferentes “pueblos” con sentido nacional en torno a un proyecto, si es que se reconoce como un dato imprescindible la existencia de tales “pueblos” y de las fuerzas políticas que los representan, con las cuales hay que avenirse como sea para montar un proyecto político que tenga como primer objeto derribar el tambaleante “régimen del 78”.  
La consecuencia será comprobar que no es posible tomar el cielo por asalto, es decir, sin consenso, sino que este es imprescindible para conseguir elevarse y acercarse a él. Más aún, mantenerse políticamente vivo sobre el suelo va a depender de múltiples y trabajosos consensos. 
Un par de datos más sobre el análisis de la correlación de fuerzas, que revelan la impericia -la juventud de los dirigentes de Podemos- y les hace comportarse como turistas. Se tarda en conocer a fondo este país, que es moderno y dinámico en la superficie, pero tradicional y lento en lo profundo. 
En España, la derecha carece de principios morales y no es democrática, porque tiene una concepción patrimonial del país, pero es fuerte, tiene un sentido de clase arraigado y larga experiencia de gobierno, aunque no es buena gestora; está presente en la instituciones, dispone de poder local y autonómico, mantiene estrechos vínculos con los poderes económicos y financieros, con la Iglesia, la judicatura, cuerpos profesionales, con la jefatura de las fuerzas armadas y con organizaciones internacionales afines. Ha heredado y multiplicado el caciquismo más rancio y sostiene extensas redes clientelares. Es vengativa, pero no reconoce errores o excesos y es reacia a solicitar disculpas. Es un adversario desleal y un mal enemigo. Si asaltar el cielo era sacar del gobierno al PP, Podemos no lo tenía fácil.
Tampoco era fácil desplazar al PSOE al puesto de segunda fuerza de la izquierda, teniendo en cuenta que IU había fracasado en el intento.
A pesar de su crisis (no sólo de liderazgo), el PSOE, era un partido veterano, con casi 140 años de existencia, que había recuperado un lugar principal en la política española después de 40 años de dictadura y había cumplido un papel esencial en la fundación y funcionamiento del régimen parlamentario. Disponía de poder local y autonómico y tenía relación con actores sociales, políticos y culturales nacionales y extranjeros. Era una fuerza bastante sólida a pesar de su crítica situación y, por tanto, un rival con el que era difícil competir.   
Y los dirigentes de Podemos, aupados en el movimiento y en los medios de comunicación se dispusieron a pasar de la nada al gobierno en un par de años. Lo nunca visto, pero lo intentaron. 
Continuará.

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