domingo, 27 de enero de 2019

Ventanas indiscretas (2)

El “núcleo irradiador” -el grupo fundador de Podemos- tenía por delante una ingente tarea, pero en teoría estaba bien surtido de ideas políticas para ello. 
Entre otros autores y teorías -son doctos profesores universitarios-, una buena ración de marxismo figuraba en su equipaje, si bien en varias versiones; una más propia de la tradición comunista, incluso estaliniana, como se vería en el aspecto organizativo (una combinación de magma en ebullición y politburó). También el marxismo italiano, Gramsci, por su teoría de la hegemonía, exhibida en el primer momento, luego abandonada y recuperada ahora en Madrid por Errejón, y el postmoderno (y confuso) marxismo de Negri, formulador de la teoría del bíopoder en red, del imperio sin emperador y de la multitud -todos los explotados, todos los sometidos- como alternativa liberadora.  
No faltaba la versión populista del estructuralismo de Althusser, defendida por Laclau en la Argentina de los Kirchner ni la aportación, igualmente populista, del socialismo bolivariano cívico-militar. Contaban también en sus currículos con  viajes, becas y estancias en Europa y América Latina con el Centro de Estudios Políticos y Sociales, así como con ejercicios de “contrapoder” en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense y con la experiencia en materia de comunicación ideológica proporcionada por el programa “La tuerka”, en una pequeña emisora de televisión local.    
Con esto (y Lenin, Maquiavelo o Berlinguer) en la maleta, Podemos hizo su aparición pública despreciando el eje izquierda-derecha, por obsoleto, para hacer del eje arriba/abajo la palanca fundamental de la acción política. De ahí vendría la idea de la oposición entre el pueblo y la élite, pero como España no es América Latina, no existe el pueblo español sino “los pueblos” -para Podemos, España es un estado plurinacional-, de modo que la élite fue bautizada como “la casta” y el pueblo fue reemplazado por la gente, lo más parecido a la multitud de Negri y al uomo qualumque de Mussolini.
No faltaban unas dosis de optimismo histórico respecto a la situación: la crisis financiera y la corrupción habían deteriorado de tal manera el régimen del 78, que se tambaleaba y había que empujarlo para que cayera y reemplazarlo por otro -una república- salido de un proceso constituyente (de nuevo Negri). 
Aupado en la movilización social y en particular en el movimiento 15-M, del que se considera heredero, el lenguaje radical, el tono crítico cuando no crispado de sus dirigentes, así como despectivo con la izquierda -“no quieren ganar”-, En Podemos, mostraban músculo, saber (de forma bastante abstrusa) y suficiencia: tenían prisa y ansia de triunfo -“venimos a ganar”-, y además sabían cómo lograrlo. Y, preparados para ganar, se dispusieron a tomar el cielo por asalto, no por consenso.
Pero España es diferente y las teorías importadas chocaron con la realidad.
Continuará 

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