El próximo día 20 de octubre no iré a votar...
1. Porque no puedo. Soy catalán pero no resido en
Cataluña, aunque me gustaría figurar en su censo para contar entre los
abstencionistas.
2.
Porque el resultado del refrendo carecerá de
efectos jurídicos. Tendrá efectos políticos pero no jurídicos, ya que está
convocado por un gobierno autonómico que carece de competencias en esa materia
y se celebrará al amparo de una ley que está suspendida por el Tribunal
Constitucional.
3.
Porque está al margen de las resoluciones de la
ONU, de la opinión de la Unión Europea (Comisión de Venecia) y porque su
resultado, aun siendo positivo para los planes de los independentistas, no será
reconocido por dichas instituciones.
4.
Porque no puede ser legal el resultado de un
acto ilegal. Otra cosa es que estemos ante la deliberada ruptura del orden constitucional
o, dicho con claridad, ante proceso revolucionario dirigido por la derecha
catalana mediante una disimulada sedición.
5.
Porque el procedimiento para elaborar y aprobar
la ley que lo ampara ha carecido de garantías democráticas (publicidad,
informes preceptivos, tiempo para consultas y plazos para enmiendas, discusión,
oportunidades a la oposición) y se ha llevado con prisa, secreto y con trampas,
forzando el reglamento de la cámara catalana y normas establecidas en el
Estatut.
6.
Porque se ignoran las condiciones en que se ha
de celebrar la consulta, imagino que elaboradas con el mismo sigilo que recorre
todo el proceso y que se conocerán a última hora.
7.
Porque el resultado será irrelevante, dado que
responde a una decisión ya tomada, que es la declaración unilateral de
independencia 48 horas después de celebrado. Y han preparado una salida airosa:
que basta la mitad más uno de los votos favorables, con una participación del
30 por ciento.
8.
Porque, contra lo propagado, los secesionistas
no representan a Cataluña ni a la mayoría de los catalanes. En las últimas
elecciones autonómicas (27/9/2015), que calificaron de plebiscitarias,
obtuvieron el apoyo del 35% del censo, el 48% de los votos y el 53% de los
escaños, pero en vez de aceptar el parco resultado del “plebiscito”, decidieron
forzar la máquina y apretar el acelerador para alcanzar sus fines.
9.
Porque la mayoría parlamentaria obtenida -72
diputados (62 de JuntspSí y 10 de la CUP) sobre 135- no alcanza la mayoría
cualificada de 2/3 que exige el Estatuto catalán y no parece una proporción
aceptable para acometer un proceso que intenta fundar un país a partir de la
segregación de otro. Y que no cuenta con el apoyo del 52% de los votantes.
10. Porque
no quiero contribuir a privar de su país a muchos catalanes que también se
sienten españoles, ni colaborar en fragmentar España y dividir Cataluña entre los buenos catalanes (secesionistas)
y los malos catalanes (fachas, botiflers, vendidos, españolistas), que se
sentirán extraños en la Cataluña homogéneamente perfilada que anhelan los
nacionalistas.
11. Porque
no comparto el dictamen de que la movilización de la ciudadanía catalana se debe
a una razonada desafección respecto a España, aunque reconozco el éxito
obtenido por los nacionalistas en hacer creer que existe una ofensiva contra la
lengua catalana, odio hacia Cataluña o un secular expolio de su riqueza a manos
de españoles. Consignas como “España nos roba”, que tanto éxito tienen, tratan
de exculpar el expolio de bienes públicos perpetrado por los gobiernos de CiU y
encubrir a los ladrones locales, pero
están muy lejos de expresar los flujos económicos reales entre Cataluña y el
resto de España.
12. Porque
tampoco comparto el argumento de que la justa indignación de gran parte de la
ciudadanía catalana por los negativos efectos de la crisis económica y las
medidas de austeridad adoptadas para salir de ella, tenga su única causa en lo
decidido “por España” o por “Madrid”, como repiten los secesionistas, dado que
Cataluña comparte con el resto del país el mismo sistema productivo, el mismo
modelo de crecimiento económico y padece, por ende, los mismos efectos. Y que, por
estar vinculada a un sistema económico internacional, se ha visto obligada a
aceptar, como el resto de España, las medidas dictadas por la Comisión Europea,
el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional para salir de la
crisis. En ese aspecto, tan culpable de ello es Mas como Rajoy.
13. Porque,
como asalariado durante toda mi vida laboral, mi suerte ha estado ligada a la
de los trabajadores en general, y por tanto a los resultados de sus
reclamaciones y sus luchas, a su unidad y organización. Y en este proyecto, los
trabajadores catalanes tienen poco que ganar y mucho que perder, si rompen sus lazos
con el resto de los trabajadores de España. Incluso podrían ser utilizados como
masa de maniobra contra ellos, en futuros conflictos.
14. Porque
como socialista utópico (en España sólo se puede ser socialista utópico), mi
simpatía está con los que menos tienen, “con los pobres de la tierra”, como
escribía José Martí en sus “Versos sencillos”, o con los “condenados de la
tierra”, como los llamaba Frantz Fanon. Y en este aspecto lo que más me importa
es la desigualdad, el injusto reparto de la riqueza producida socialmente. Por
eso no quiero apoyar un nacionalismo de privilegiados, de ricos que no quieren compartir
parte de lo que tienen con otras zonas de España que lo necesitan.
15. Porque,
como socialista doblemente utópico, la aspiración de alcanzar algún día un país
más igualitario y socialista no pasa por separarlo en unidades menores para poder
hacerlo antes, si ello fuera posible, pues la división más importante del país
no está en las diferencias territoriales, sino en las diferencias de renta
dentro de cada territorio. La tarea más importante para abordar las
desigualdades entre españoles no es repartir territorios, sino repartir mejor
la riqueza dentro de cada uno de ellos. Y eso no está en los planes de Junts pel
Sí. Tampoco en los de Rajoy.
16. Porque,
aun reconociendo la legitimidad del sentir nacionalista, albergo un gran recelo
hacia un proyecto político pergeñado por un banquero corrompido y seguido
durante años por un partido implicado en graves casos de corrupción y
despilfarro público, con sus sedes embargadas judicialmente, y que ha tenido
que cambiar de nombre para sobrevivir.
17. Porque
rechazo la idea que obnubila las mentes de algunas personas de izquierda de que
para sacar del gobierno de España a la derecha del Partido Popular,
recortadora, privatizadora y corrupta, hay que apoyar a la derecha recortadora,
privatizadora y corrupta de Cataluña. O de que para acabar con la monarquía hay
que fundar una serie de pequeñas repúblicas.
18. Porque
no comparto la idea de que este país no tiene remedio, o al menos remedio todos
juntos, y que la principal responsabilidad de ello recae en Castilla, tal como
señaló Ortega en su España invertebrada:
“Castilla ha hecho a España y Castilla la ha deshecho”. Con lo cual, la
solución estaría en la disgregación por regiones (o naciones, para otros),
buscando, cada una a su manera, un futuro más dichoso como país independiente.
19. Porque
como catalán, español y europeo, o como europeo, español y catalán, y teniendo
en cuenta la situación actual de Cataluña, de España y de Europa (y del mundo),
la secesión de Cataluña sería perjudicial para Cataluña, para España y para
Europa.
20. Porque en un mundo cada vez más interconectado (globalizado), donde las acciones de los actores (países, gobiernos, alianzas, corporaciones, empresas o grupos de presión) repercuten inexorablemente sobre el resto y donde los grandes actores imponen sus condiciones, la fundación de estados de pequeño tamaño favorece el poder de los grandes. Y no quiero favorecer tan desigual correlación.
Publicado en "El obrero", el 9 de septiembre de 2017.
20. Porque en un mundo cada vez más interconectado (globalizado), donde las acciones de los actores (países, gobiernos, alianzas, corporaciones, empresas o grupos de presión) repercuten inexorablemente sobre el resto y donde los grandes actores imponen sus condiciones, la fundación de estados de pequeño tamaño favorece el poder de los grandes. Y no quiero favorecer tan desigual correlación.
Publicado en "El obrero", el 9 de septiembre de 2017.
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