Gracias
al trabajo de sus think tanks
-escribe Lakoff (2007, 130)-, de sus
profesionales del lenguaje, de sus escritores, de sus agencias publicitarias y
de sus especialistas en los medios, los conservadores han impuesto una
revolución en el pensamiento y en el lenguaje durante treinta o cuarenta años.
Utilizando el lenguaje, han tildado a los liberales[1], cuyas políticas son
populistas, de elitistas decadentes, de despilfarradores no patrióticos, de
liberales de limusina, de liberales frívolos, de liberales de muchos impuestos
y de mucho gasto, de liberales holliwoodienses, de liberales de la Costa Este,
de élite liberal, de liberales inconsistentes, etc. Al mismo tiempo, han
calificado a los conservadores, cuyas políticas favorecen a la élite económica,
de populistas.
Lakoff, G. (2007): No pienses en un elefante, Madrid, UCM
Según Lakoff (2008, 61), en los últimos
treinta años, los conservadores se han gastado más de 4.000 millones de dólares
en formar una red de think tanks y de
institutos de opinión y formación.
Lakoff, G. (2008): Puntos de reflexión. Manual
del progresista, Barcelona, Península.
[1] Lakoff utiliza aquí el término <liberales>
en sentido americano; es decir, progresistas o demócratas.
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