jueves, 20 de julio de 2017

La deuda pública de Cataluña

Good morning, Spain, que es different

Libertad, soberanía, independencia son bellas palabras; palabras solemnes, emocionantes, si se pronuncian con seriedad y sinceridad; palabras falaces, vacías, si se pronuncian para suscitar acríticas adhesiones a proyectos políticos poco claros o claramente oscuros, porque tales palabras, para no ser emitidas con el deliberado propósito de engañar o confundir, exigen estar respaldadas por contundentes y poco retóricas realidades.
Hablemos de la soberanía, que en nuestra mercantilizada sociedad (¡qué le vamos a hacer!) tiene que ver con la capacidad de un país para mantenerse o financiarse de manera autónoma. El ideal es poder hacerlo sin demasiados compromisos, sin grandes deudas ni onerosas condiciones y con una reconocida capacidad para financiarse y devolver lo prestado con garantías para los prestamistas. Cuestión de confianza, en suma.
En el primer trimestre de 2017, la deuda catalana ha sido de 75.443 millones de euros (y sigue creciendo). Es la comunidad autónoma con la deuda más alta. Supone el 35% del PIB de Cataluña. Una deuda de 10.000 euros por habitante. Con respecto al mismo trimestre de 2016, la deuda catalana ha crecido en 2.764 millones de euros; se diría que al mismo ritmo que la prisa del “procés”.
En 2008, el primer año de la crisis, la deuda era de 20.825 millones de euros, el 10% del PIB catalán. Y en el año 2006, el año del Estatut, la deuda era 14.873 millones de euros, el 7,80% del PIB catalán. La deuda habla, naturalmente, de la gestión de la Generalitat, pero no vamos a entrar ahora en ello, sólo a señalar que es uno de sus resultados.
La deuda catalana se reparte en: 50.037 millones de euros de préstamos del Estado (Fondo de liquidez autonómica y otros), 8.849 millones de entidades financieras nacionales y 6.147 millones de entidades financieras extranjeras.
Ante las dificultades de la Generalitat para devolver o refinanciar la deuda, agencias internacionales han calificado el bono catalán de “bono basura” y lo han colocado a la altura de las emisiones de deuda pública de Bangladesh.
Así, cualquier españolito, o catalanet, que haga cuentas llega a una conclusión opuesta a la de los soberanistas, pues en vez de confirmar la tesis nacionalista -“España nos roba”- debe admitir “¡qué cara nos sale Cataluña!”.
Salvo un hecho milagroso, es de suponer que el día 2 de octubre la deuda seguirá ahí -como el dinosaurio del cuento de Monterroso- y que la hipotética república catalana seguirá atada financieramente al denostado Estado español, como primer acreedor del nuevo país. ¿Seguimos hablando de soberanía?

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