martes, 28 de marzo de 2017

¡A tope!

Good morning, Spain, que es different.

En los años de la dictadura franquista, cuando los tranvías circulaban por las ciudades, había un dicho popular que aludía a cuando iban llenos -“el tranvía va hasta los topes”-, porque la gente se subía dónde podía, incluso en los topes, sin respetar el cartel de “completo”. Ese dicho -"hasta los topes"-, apocopado en "a tope", ha quedado en nuestros días como expresión de exceso, de la máxima cabida, de llegar hasta el límite de lo posible.
La España de los tranvías, pocos y viejos, era entonces un país menesteroso y carente, casi tercermundista, gobernado con mano de hierro sin guante de terciopelo por los papás y los abuelitos de estos cachorros neoliberales que ahora nos (des)gobiernan, y que se permiten el lujo de impartir lecciones de una democracia y de una honradez de las que carecen a la hora de administrar bienes, que son, en teoría, de todos.
En estos años de desafuero y despilfarro de dinero público, muchas frases han ido acompañando o disimulando el expolio del Estado, la opacidad o la burla de los concursos públicos para adjudicar sustanciosos contratos convertidos en “contratos confidenciales”, fragmentar presupuestos para adjudicar a dedo, trocear aparentes dádivas al partido para “pitufear en Valencia, que no era para colorear de azul, sino para blanquear poco a poco dinero negro, o para encubrir el uso de tarjetas de crédito tan negras como el alma de los gerifaltes de Bankia, dirigida por un amigo del Liderísimo y por un ex vicepresidente del Gobierno. Al tengo “un juez amigo, más que amigo”, o aquella frase agradeciendo regalos a un “amiguito del alma”, o aquella otra “niego la veracidad de esos papeles" (¡que eran los de Bárcenas!) o el afamado "finiquito en diferido”, se une ahora el grito triunfante del expolio huertano -"¡Murcia a tope!"-, con que se celebra la adjudicación a dedo de contratos con espadachines a sueldo para blanquear las biografías de cargos políticos dedicados a la gestión opaca; es decir, para simular una honradez que no tienen.
Conciencia laxa, mirada torva y mano larga parecen rasgos adecuados para gobernar desde las filas de una derecha que no ha respetado límite alguno en su largo y desaforado mandato; ni límites políticos, pues sus cargos públicos gobiernan sin rendir cuentas, ni respetar los límites constitucionales y ahí están la ley mordaza y otras leyes, fuera de la ley según la Unión Europea, ni límites económicos, con un desmedido gasto en eventos, edificios, monumentos y obras inútiles, ni, desde luego, morales, en quienes alardean de “valores”, que deben ser valores mobiliarios (la campanita de Bankia).
El grito de guerra de esta derecha depredadora de bienes públicos es ¡a tope! Para llevar las cosas hasta el límite; ir a  tope en todo lo que se les antoje, y se les antoja mucho, hasta que alguien les pare -ellos son incapaces de hacerlo (Born to "trinking")-, porque la corrupción no es cosa del pasado, sino del presente y mucho me temo que del futuro. Pues además de los casos de corrupción municipal que casi a diario salen a la luz, ahí tenemos al presidente de Murcia, Pedro Antonio Sánchez, pendiendo del hilo de una moción de censura por un caso de (presunta) corrupción, al Director General de Tráfico disfrutando de una vivienda de la Guardia Civil sin pertenecer a este cuerpo y a Rodolfo Antuña, gerente del hospital de la Princesa de Madrid -otro cargo a dedo, sin que se conozcan sus méritos, aunque se sospechen- y antes del Hospital del Tajo, que, junto con su mujer y su cuñado, es socio de una empresa del ramo de salud, que tiene la sede social en su propio domicilio. Lo cual es incompatible con el empleo que ejerce.     
Episodios que se unen a la larga lista de cargos públicos implicados en casos de corrupción (presuntos y probados) del Partido Popular, que, como un viejo tranvía, va hasta los topes de tanto mangante.  
Spain es un país donde tanto disparate impune parece ficción. ¡A tope!

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