Kalimera, Spain, que Grecia
también es different
Los
griegos han votado y no se han abierto las aguas del Egeo para tragarse a los descreídos
de las certezas de la Troika, que, por cierto, son muchos a la luz del contundente
resultado: 61% por el NO, frente al 39% a favor del Sí.
Los
falsos profetas, los “expertos”, los sondeos, la prensa, los mensajeros del miedo,
los cobradores del frac europeos, los espadachines sueldo de los poderes
fácticos, los sacristanes de los usureros, los partidos de la derecha y la
desnortada socialdemocracia europea -¡Vaya ojo clínico el de Schulz!-, que han
seguido a Merkel, Schauble, Juncker y Lagarde, se han equivocado.
Aquí
también se ha vendido mercancía averiada. El PP ha aprovechado para arremeter
contra Podemos, al que emparenta en radicalismo con Siryza, que junto con
Chávez, Maduro y Correa, forman su particular eje del mal, y de rebote contra
el PSOE, que tampoco ha estado muy fino jugando a sí pero no, o no pero sí, porque
están pillados por la apresurada reforma del artículo 135 de la Constitución
por el diktat de la Troika.
La
imagen de Rajoy es patética al exigir al gobierno griego que acepte sin
discutir las condiciones que imponen Frankfurt, Berlín y Bruselas. Porque ese
el asunto central, discutir sin un dogal, ya que los griegos no han dicho que
quieran salir de la Unión Europea, ni siquiera de la eurozona. Así que no es el
fin del euro, ni de la eurozona, ni de la Unión Europea, sino sólo un frenazo a
las autoritarias pretensiones del quienes gobiernan de facto Europa y, sobre
todo, a las de Alemania, que ha entendido el referéndum griego como el intento
de discrepar de las directrices de la “neue Kaiserin”.
La
decisión de los griegos ha sido importante por dos razones, la primera,
podríamos decir, por soberanía, por dignidad, por democracia; la segunda, por
lógica, porque seguir aplicando mansamente las directrices de la Troika no es
una solución aceptable, pues con los sacrificios aceptados hasta ahora la deuda
griega (igual que la española) no ha hecho más que crecer, ya que ha pasado del
97% del PIB antes de la crisis al 175% del PIB en 2015.
Ahora,
lo aconsejable es volver a la mesa de negociaciones con otro talante, razón por
la cual a pesar del éxito obtenido por su Gobierno, Varufakis ha dimitido para
facilitar la negociación. Y en eso, Grecia seguramente contará con el apoyo del
FMI, que, en un reciente documento, ocultado por Lagarde, habla de establecer
nuevas condiciones, y entre ellas, recortar la deuda, porque sabe que es imposible
de devolver. Al fin y al cabo eso es lo que se hizo con Alemania en 1953. Y
también contará con el apoyo de EE.UU., pues Obama veía con preocupación la salida
de Grecia de la influencia occidental y su posible paso a un entendimiento financiero
con Rusia o con China.
Mientras
para Merkel, cuya miopía geoestratégica es proverbial, Grecia es un pequeño
país deudor que desafía su autoridad, para los Estados Unidos el país heleno es
un baluarte estratégico en una zona muy conflictiva, junto a los Balcanes,
debajo de Rusia, al lado de Turquía y frente al cercano Oriente y el norte de
África, que está envuelto en llamas.
Los griegos han dicho no a la imaginaria,
pero onerosa y autoritaria manera de salir de la crisis. Los norteamericanos lo
han entendido pronto. Esperemos que los mandatarios europeos empiecen a
entenderlo, y así ganaremos todos, aunque los bancos pierdan un poco.
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