domingo, 26 de julio de 2015

Quemados por el sol

Good morning, Spain, que es different

¡Señor, Señor! ¡Qué país, qué paisaje y qué paisanaje! ¡Y qué calor!
Un calor que hace estragos en la gente, porque no se entienden ciertas decisiones políticas si no se explican como un efecto de golpes de calor.
Por ejemplo, parece resultado de la solanera que Rajoy, la vice y el coro subsiguiente, recuerden a Artur Mas y a sus muchachos y muchachas la vigencia de la ley, cuando, desde hace años, el propio Gobierno y el PP la olvidan con frecuencia. Y ahí están como prueba reciente las ramificaciones del caso "Púnica", con más de cien imputados, para probar ingeniosas formas de burlar la ley, como ese hallazgo del soborno en diferido a pagar en 15 años, o sea como la renta de un depósito bancario, pero sin la vigilancia de Montoro. Genial.
La misma solanera afecta a los más afectos a Artur Mas, en la confección de la Lista del President, donde el President, que quiere seguir siendo President de la Catalunya Lliure, no figura en el lugar del President, sino en el cuarto lugar, seguido del chófer, mientras el lugar del President lo ocupa un recién arribat, un ecosocialista postmoderno, modelo Varufakis, que ya ha señalado que el cuarto puesto no es el mejor para ser President. Quizá Artur Mas ha confundido la Lista del President con la clasificación del Tour de Francia. En todo caso, sabe que si deja de pedalear a la catalana se caerá de la bicicleta.
Efecto de la insolación parece la retirada de símbolos de la Corona en varias ciudades de España, fenómeno hasta ahora circunscrito al País vasco. La iniciativa partió del alcalde de Cádiz, señor Kichi, que sustituyó el retrato del rey Juan Carlos por el de un alcalde anarquista. La secundó Ada Colau en Barcelona al apear un busto del exmonarca con un pretexto fútil, y han seguido el ejemplo otras ciudades como Zaragoza. El calor extremo ha acentuado nuestros rasgos ciclotímicos y la facilidad para pasar de un extremo a otro.
Hasta ahora, hemos tenido, para aburrir, plazas, calles, parques, colegios, museos, centros culturales u hospitales dedicados a honrar a la monarquía en la figura del rey, la reina, el príncipe y las infantas, y parece llegada la hora de suprimirlas con prisa sin que haya cambiado el carácter del Estado. Hombre, no está mal aliviar algo la monarquitis, pero suprimir ciertos iconos de manera vergonzante, sin generar un debate sobre la monarquía (que eso es lo que falta y no se suple quitando una efigie) es dar razones al adversario, que enseguida envía a los atrevidos un retrato del nuevo rey.
También parece afectado por el sol el edil de la CUP que, para caldear al ambiente, lanzó un fajo de billetes de 500 euros, falsos, claro, hacia los escaños del PP y de CiU, en la discusión sobre la candidatura de Barcelona a los Juegos de Invierno. En otra ocasión, otro miembro de este grupo blandió una sandalia, emulando a Kruschev en la ONU en 1960.
No son cosas importantes, gestos de juvenil rebeldía, notas de color y de calor, que se suman a otros, al concejal que hace chistes de judíos, a la señorita que enseña las tetas para escandalizar (o encandilar) a los curas de una insólita pero habitual "capilla universitaria" o la señora que hace pis en la vía pública y es portavoz de no sé qué. No son faltas, ni delitos comparables a los cometidos por los viejos partidos, pero que dejan cierto sabor a extravagancia, dan argumentos a la derecha, que ve en cualquier acto una muestra de libertinaje de la horda roja, y suscitan en la gente corriente la impresión de que la nueva izquierda está excesivamente representada por frikis.
Esperemos que sea cosa del calor mejor que una hispánica catarsis, aunque todo puede quedar en la apoteosis final de un sainete o en simple postureo.

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